jueves, julio 26, 2007

'Noche de bodas' en Ikea en Oslo

OSLO (AFP) - "Es como una noche de bodas barata con un poco de adelanto...", explica Alexander Augst antes de correr las cortinas de su 'suite' nupcial en una tienda de Ikea en Oslo.




Este joven de 28 años es uno de los 150 elegidos para pasar una noche gratis esta semana en el sector de las camas de una tienda noruega del gigante sueco del mueble.


"Nos vamos a casar el sábado y hemos gastado todo nuestro dinero en la organización de la fiesta. No tenemos nada para pasar una noche de bodas en un hotel", añade su prometida, Angelica Brockme, de 23 años.


Esta primicia mundial es una iniciativa integrada en una campaña de márketing para hacer de Ikea un destino turístico.


"Cerca de 900.000 personas visitan Ikea en verano, más de lo que recibe en un año una de las principales atraccoines de Noruega, el salto de esquíes de Holmenkollen", afirma Frode Ullebust, el portavoz de la rama local del distribuidor de muebles.


Mientras que la suite nupcial, con una cama redonda y un candelabro, corresponde a estos jóvenes prometidos, la 'suite' de lujo acoge a otra pareja a la que se les servirá el desayuno en la cama.


Menos afortunados, los demás elegidos para pasar una noche en la tienda se contentarán con situarse bajo sacos de dormir en una especie de dormitorio común en la sección donde los clientes eligen sus colchones.


"Nuestros tres hojos vieron esta oferta por internet. Habíamos previsto pasar nuestras vacaciones cerca de Oslo y pensamos que sería divertido dormir en familia en Ikea", asegura Vanya Olsen, madre de tres niños, en una habitación con un falso cuarto de baño.


"Es guay dormir en una tienda", exclama su hija de 12 años, Emmely, mientras que Emilie, de 9 años, corre sin cesar entre los muebles de la exposición.


"Me gusta esta mesa que hay en nuestra habitación. Puede que la compre mañana", asegura Vanya.


A las 22H00, una hora antes del cierre de la tienda, un botones recibe a los elegidos con un uniforme rojo. Dos camareras con traje negro y delantal blanco preparan las camas. El establecimiento aporta zapatillas, pijamas y sábanas.


Un piscolabis -sándwiches con gamas- es servido a las 23H00, justo antes de que un empleado de la tienda lea a los niños el cuento de una niña encerrada en un Ikea.


Aunque suavizadas, las luces de la tienda siguen encendidas toda la noche. A las 04H00 de la mañana, los primeros empleados empujan palés entre les camas.


Huevos revueltos, bacon y charcutería se sirven en el desayuno en la sección de cocinas del establecimiento y minutos antes de que la tienda abra de nuevo sus puertas.


En la noche del martes al miércoles un tercio de los huéspedes de la tienda eran suecos que habían hecho el viaje expresamente.


Pese a la falta de intimidad, dos hombres aprovecharon para pedir la mano de sus respectivas novias. "Al parecer, una de las parejas se conoció en Ikea", indica Ullebust.


Para Olsen y su familia, el juego ha valido la pena. "Ha sido mejor que una noche en un hotel. Lo volvería a hacer", afirma la madre.


Otros se van con ojeras a casa. "Las luces, el ruido... Creo que esta va a ser la última vez", protesta Alexander Augst.

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