domingo, septiembre 14, 2008

¿VOTACIÓN A LOS 16 AÑOS?


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En las tribus antiguas, los varones ingresaban al mundo de los adultos a una edad temprana, en plena adolescencia. Eran mundos más simples que el nuestro y sumergidos en el mundo de la naturaleza. Pero el mundo de hoy es incomparablemente más complejo que aquel. El mundo dominado por las grandes ciudades va mucho más allá de la sencillez natural y se requiere cierta madurez emocional y cierta autonomía racional en la toma de decisiones.

El reconocido neurólogo americano de origen soviético, Elkhonon Goldberg, en su reciente obra “La Paradoja de la Sabiduría” nos da algunos datos iluminadores sobre las bases neuronales de la madurez humana. La madurez social supone la capacidad de asumir la realidad en sus diversos aspectos importantes, conjugar las diversas experiencias adquiridas durante la vida, tener suficiente autonomía en relación a las presiones de grupo o intereses particulares, y mirar el conjunto humano en su globalidad.

Es el conjunto humano y no grupos particulares el que ha de cargar con las consecuencias de ciertas decisiones políticas.

Lo que la neurología nos dice es que el cerebro humano adquiere plena madurez en el paso de la segunda decena de la vida a la tercera, es decir, entre los 18 y 21 años de edad. La razón de esta madurez proviene, en términos neurológicos, del hecho de que las neuronas que enlazan diversas regiones cerebrales (áreas de asociación heteromodal) en función de una toma de decisiones complejas adquieren el recubrimiento apropiado de substancia blanca en dicha edad, lo que permite un intercambio adecuado de los diferentes tipos de información.

Una de esas áreas, que es la zona central de apoyo a la toma de decisiones de la mente, se sitúa en el lóbulo frontal, y sobre todo en una zona del mismo ligeramente atrás de la parte más delantera de dicho lóbulo, llamado lóbulo prefrontal.

Su desarrollo define el momento culminante del desarrollo cerebral, en dicha edad aproximada, y con ello el desarrollo mental, que conlleva emociones, conocimiento y racionalidad. Pueden existir grandes cualidades humanas antes de ello, pero circunscritas a funciones particulares. La tarea de estas edades previas a la madurez es esencialmente la de aprendizaje, lo que conlleva, ciertamente, un aprendizaje en la toma de decisiones, pero caracterizada más por el aspecto de aprendizaje que de asunción de responsabilidades maduras.

Los adolescentes no se hallan preparados para decisiones maduras de tipo político y social, ni siquiera personales para el propio futuro. Su tiempo es de creatividad y génesis, no de valoración y madurez. No debe adelantarse más de la cuenta la etapa de responsabilidad a la etapa de aprendizaje.

Lo que señalo no es asunto de opiniones, sino de datos objetivos ajenos a las tendencias políticas. Por otro lado, Matt Ridley, autor reciente de un “best seller” sobre el genoma, retoma, en su nuevo libro “Qué nos hace humanos” las investigaciones de una destacada psicóloga, Judith Rich Harris. Ésta nos dice cómo un aspecto esencial del adolescente es encontrar un grupo de iguales donde hallar su puesto y su función. Es su pertenencia al grupo de iguales lo que influye profundamente en su modo de ser, mucho más que los padres: se adhiere a propuesta del grupo y busca lo que dentro de él le hace diferente.

Es evidente que esta dependencia al grupo como necesidad básica y su necesidad de hallar en él un puesto distintivo, le hace dependiente en exceso del mismo y le es difícil asumir posiciones personales independientes, con la madurez adecuada, frente a decisiones de trascendencia para un pueblo. Esto hace del adolescente, aún a sus 16 o 17 años, una persona excesivamente vulnerable a las presiones grupales y a la manipulación interesada de grupos de poder o de instancias partidistas o “colegiales”.

Introducir a los adolescentes en la toma de decisiones que afectan a un pueblo entero, como señala el artículo 62 de la Propuesta Constitucional, no es un paso de modernidad, sino una irresponsabilidad social y, tal vez, un sucio cálculo “político”, si es que merece ese nombre. Si sucede algo así con gremios y clases, ¿qué no será entre adolescentes emocionalmente necesitados de ser alguien dentro de un grupo?.

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