domingo, septiembre 14, 2008

“El imperio de la neomemoria”

Empiezo por el final, porque es de esos que dan ganas de regresar al principio para volver a saborear lo leído, para entender plenamente que estamos ante un trabajo sobre sí mismo que el autor hace, y cómo nos sentimos tentados a afirmar que es la puesta en escena donde la figura del ser como individuo danza y tiene duelos feroces con esa otra figura llamada universo, pero puede ser así y pueden llamarse de otros modos los contrincantes o danzantes, según se vea: mente-cuerpo (la pareja favorita), inteligencia-ocultamiento, intuición-impaciencia, historia-confidencia, neologismo-broma, entrega-robo.

Las líneas finales, como en crescendo, nos llevan al perfecto instante en el que llega a saberse que para alcanzar La Soberanía es necesario afirmarse contra lo que es multitudinariamente aceptado, por lo tanto, el autor se lanza hacia la afirmación total: Para ser soberano, niego toda ley, de ahí, no existe la posibilidad del universo.

Sé que cuanto pueda decir no será ni más ni menos que lo que yo he percibido, todo lector entonces, siga su propia aventura por este libro excepcionalmente interesante.

A quien le interese el asunto de la ciencia ficción, tendrá aquí un verdadero tratado del que puede desprenderse la manera en que en Estados Unidos se ha entendido, creado y desarrollado esta rama de la literatura, desde el manejo del tiempo. Y sí, esa forma de entenderlo, de modificarlo, de aprehenderlo para borrarlo y “administrar” todas y cada una de sus partes, es decir, las escenas que ha vivido la humanidad entera, para ser usada, en este caso, por un pueblo, el norteamericano, porque precisamente no es una nación, de allí la necesidad imperiosa de convertirse en un imperio, lo que equivale a manifestar que simplemente ha decidido tomar a los hechos de la historia y quedarse con los más convenientes para su rompecabezas propio.

No por nada en las cientos de cintas norteamericanas que he visto a lo largo de mi vida, se insiste en el asunto de si algo es “real” o no. Que yo recuerde, ningún mexicano se pregunta si la relación que está teniendo con una persona es real o no, esa es una noción gringa, y puede que venga de esa situación precisamente: ellos llegaron y se quedaron allí eliminando a los que ya tenían la tierra ¿recuerda el lector las reservaciones indias? Acaso no son lo que parecen, pero en realidad sí lo son: ese lugar donde dejaron a los que ya no quisieron matar. ¿Suena rudo? Lea este libro y verá qué es rudo.


Hablar desde el convencimiento cabal y pleno de quien vive día a día de cara a la cultura gringa, recuérdese que Heriberto Yepez, el autor, vive en Tijuana y enseña en una universidad de San Diego California, ¿acaso no son esos sitios desde los cuales se vive directamente aquello que da sustancia a estas páginas?, y es desde allí que nos habla y, por razones geográficas, ¿de qué otras? Se lee con el cuidado de quien sabe que no se le están contando cuentos, y sin querer, aunque nos encantara el auto engaño, sus conceptos logran esa voz que es “escuchada” sin distracciones:

El libro, porque a ese ser vivo, se le toma o se le deja, pero no hay manera de no escucharlo, una vez que estamos dentro, sólo leyendo el índice, somos realmente motivados a entrar, y sí, aunque sea sólo por curiosidad, entramos, y nos vemos perfectamente tomados por el cuello de la camisa, como si el dueño del archivo hache nos dijera: “¿Ya ves que lo que has visto sí es lo que has visto?” Por lo pronto yo recuerdo que en mi lejanísima infancia creía que en Estados Unidos ya había llegado el futuro, todo parecía como salido de ese programa de televisión Perdidos en el Espacio, y conste que sólo admito que de niña veía televisión, lo de ahora es privado, pero no, si no, ¿dónde quedaría la parresía? Por ahora en el congelador. Más interesante será para quienes han llegado hasta esta parte del texto saber que se habla del complejo de Edipo en cierto capítulo a propósito del avatar vivencial del poeta Charles Olson, con la historia de quien se inicia este libro, y se le disecciona al mito de Edipo como sólo ha de hacerse en los libros especializados.

¿Especializado éste? Claro, en reconstruir, en explicar, en recordarnos que sí sabemos pensar, que somos un laberinto para nosotros mismos y que no hay por qué no mirar al otro, si de todos modos es inevitable, y para iniciar el viaje en este territorio que es el volumen del que hablo, conocemos al hijo del cartero, el señor Charles Olson, poeta norteamericano que, según difundieron sus paisanos esos del Norte de este continente (léase Estados Unidos de Norteamérica), decidió superar al buen Ezra Pound y al médico poeta y visionario William Carlos Williams, y si el primero nos dijo que el vórtice Estados Unidos (el que era en su imaginación y el que devino) jalaba hacia el centro de sí todo lo que en la historia estuviera para servir a la creación de una imagen de poderosa nación, el buen Williams partía de su terruño, ese lugar que, siendo el de su nacimiento, era... pero en fin, no los aburro, concluyo contándoles que Heriberto Yepez nos anuncia que no pudo superar a estos dos poetas don Charles Olson, y se convirtió en la mezcla del estilo de ambos, ni grandilocuente, ni minimalista, sino un batido, porque no hay más que ser, si no se puede superar al maestro, ¿la razón de tan lamentable noticia?


Que le faltaba paciencia, el poeta Olson, sabía que algo había por allí para él; que el tiempo, no era posible empaquetarlo para que se tomaran esos bloques y se hiciera una nación a pedido, una noción de existencia diferente a la que existe: cuerpo y mente. Así de simple, buscaba que el tiempo fuera otra cosa, que el cuerpo pudiera dejar de serlo y se convirtiera en texto, necesidades con apariencia de necedades, ya sabemos (¿quién está sano? Que se ponga de pie), y fue así que Olson se topó con la manera de entender al tiempo que tenían los mayas, con esa sensacional manera de verlo polivalentemente, y fue su viaje a México el rito de iniciación fallido, pues no arrojó mejores resultados, sólo por la impaciencia del señor Olson, se los cuento así y me dirán ¡qué revoltijo¡

Pues sí, pero no, todo está perfectamente acomodado en este libro que no es de historia pero sí, que no es de literatura pero sí, ni de psicología, pero sí, y de las mejores, lo garantizo, no es de sociología, pero bien que vierte sus conceptos y con todo lo que voy contando, no les puedo hacer patente que se verán colmados de neologismos, de giros con el lenguaje, con nuevas sorpresas cada capítulo, cada página, es increíble la cantidad de conceptos que se pueden agrupar cuando cunde el entusiasmo por un tema, se ve que de eso está lleno este libro, porque no es de filosofía pero sí, y tampoco es un manual para guiar a los que les da por perderse en sus propios infiernos pero sí, inevitable y felizmente, llegamos al quincunce, descrito cerca de 20 veces y no las conté, pero siento que fueron cientos, y me enorgullece, me hace pensar que todavía en este país existe gente que piensa, lúcidos expositores del pensamiento, que línea a línea se dejan envolver y nos envuelven como lectores en un alucinante baile de máscaras que dejan de serlo porque de eso se trata, de que el baile sea el de la figura humana pensando, que el cuerpo y la mente se coordinen y sean los dos tocados: intelecto, sensación ¿de qué otra manera podría enseñarse a pensar sino con el ejemplo?

Pero él no quiere enseñar nada, sólo dice sus cosas, que son las nuestras, porque vivimos todos en este país, nosotros que hoy nos leemos mutuamente y nos ignoramos y nos queremos y nos odiamos, porque somos mexicanos y nos falta creer en nosotros, él se lo cree, se ve, y nos convence, nos hace partícipes de eso que no sólo son renglones, sino páginas vivas.

Pero basta de ditirambos, dejo aquí algunos fragmentos de este gran libro, importante porque es el momento de conocer la cara del monstruo, basta de sentir sólo sus tentáculos:

“...Los rarámuris, por ejemplo, no solamente no creen en la existencia de un solo tiempo interno –sosteniendo la existencia varias “almas” simultáneas coexistiendo dentro del ser humano— y los huicholes sostienen que cuando dos grupos nómadas se encuentran, dos tiempos distintos se topaban. Esta comprensión del tiempo no solamente funcionaba para dar cuenta de la profunda naturaleza del animal humano sino también para impedir la formación de un orden político unitario, un sistema de control único...”

“...La visión total no puede ser alcanzada. El panóptico es una de las fantasías de control de Oxidente...”

“...No es accidente que el hartazgo sea la base de la vida imperialista...”

por: guadalupe ángeles

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