martes, septiembre 30, 2008

Estrés colectivo

Anna Lucía Acosta de Zelaya

Imagínese la vista panorámica del planeta tierra en medio de la oscuridad del espacio. Trate de recordar las imágenes que ha visto en innumerables documentales sobre “el planeta azul” que resplandece inspirando vida en medio de la soledad y el silencio de nuestra la galaxia.

Ahora permita que su mente recorra el interior del planeta: su civilización, sus avances, su ciencia y tecnología; sus ciudades y su gente. ¿Qué alcanza a notar? Permítame ayudarle para que juntos analicemos el tema.

Trate de traer a su memoria los titulares y encabezados de los diarios y las noticias que han moldeado la historia de la humanidad. ¿Qué cosas se le vienen a la mente?

Piense por un momento que está preparando una gran sopa de letras y que a ella le suma los siguientes ingredientes; cinco cucharaditas de violación, tasa y media de incesto, dos libras de secuestros, cuatro tasas de asesinatos, toda la corrupción que encuentre; más dos cucharadas de suicidio; tres tasas y media de abortos clandestinos y dos de abortos legales; divorcio y abandono del hogar al gusto.

Ahora pregúntese usted mismo quién querría sentarse a la mesa con un plato así en el menú. Puede ser que la ilustración le parezca exagerada, pero déjeme decirle que, en efecto, esos son los ingredientes de nuestra vida cotidiana.

Mientras tanto. Día con día el valor de la vida cae estrepitosamente en “la bolsa global de valores humanos”. Es increíble ver que hay lugares en el mundo donde la vida animal se protege por sobre la vida del ser humano.

Es incomprensible ver que hay países donde se protege la vida de un árbol, pero se lucha por la legalización del aborto. He sabido de personas que gastan fortunas en el bienestar de sus mascotas, mientras gran parte de la población infantil en el mundo muere de desnutrición.

Ese es el extremo de las cosas. Pero qué de aquellos para quienes el bienestar personal está por sobre todo; como por ejemplo, el joven a quien la chica de sus sueños rechazo y en venganza la apuñaló hasta matarla.

O el hombre que entro a su casa a buscar su escopeta y disparó contra su vecino cansado de que este ensuciara el frente de su casa. Y qué de la mujer que ahorcó a sus hijos porque su amante no quería niños.

Sabe que si existieran otras civilizaciones, en otras galaxias o constelaciones, al vernos dirían que hemos fracasado en la construcción de nuestra sociedad.

Que no solo hemos abierto un hoyo en la capa de ozono sino que también dejamos grietas que han resquebrajado el fundamento de las relaciones humanas degradando el valor del respeto, la buena comunicación, la tolerancia, la solidaridad, la familia, la paz, la libertad y por sobre todo; el amor que lo hemos desvirtuado hasta reducirlo a algo instintivo y animal, al punto que hoy decir amor es más sinónimo de sexo que de virtud.

En lo más íntimo de nuestra humanidad sabemos lo que es correcto y todavía subsiste en nuestras conciencias la intención de mejorar nuestra calidad humana, pero de alguna forma es como cuando recibimos la charla para la obtención de la licencia de conducir y se nos dice que la mejor forma de manejar es a la defensiva porque “hay muchos locos al volante”, ¡claro! Y tienen razón.

Lo malo es que hemos aplicado el mismo principio como una forma de conducta y hoy vivimos a la defensiva, caminamos a la defensiva; amamos a la defensiva, argumentamos a la defensiva; negando la virtud de los valores morales.

Y usted pensará: “Bueno, pero es que hay muchos locos en la calle y uno ya no sabe quién es quién”, y nuevamente usted tendrá la razón, pero ¿alcanza a notar algo? ¿Qué se le viene a la mente? Se da cuenta que vamos camino a la autodestrucción. ¿Está consciente de que estamos construyendo una sociedad estresada, antivalores y que no muy lejos está el mañana en que se nos pueda etiquetar bajo el eslogan de “una sociedad donde se mata o muere”, donde la ficción se vuelve realidad y el derecho a la vida irá acompañado del derecho a matar para conservar la vida y que tendremos razón?

No quiero asustarlo, pero el futuro es ineludible y es allí a donde nos dirigimos; es por eso que la sociedad mundial sufre de un estrés colectivo. Porque ni la ciencia ni la tecnología ni el aumento del conocimiento salvaran al ser humano. ¿Se da cuenta que entre más sabemos más nos destruimos y que las tierras más bellas son las tierras vírgenes?

Fíjese bien en lo que hemos hecho con nuestro gran conocimiento: hemos industrializado y desarrollado el mundo a un alto precio, considerando que el promedio de vida cada vez es más corto.

Hemos talado los bosques y contaminado los mares y el aire. Y como la cereza del pastel hemos creado bombas nucleares, lo cual es un recurso extremista ante la fragilidad del hombre y la tierra.

Ahora regrese conmigo a la vista panorámica del planeta azul en medio de la inmensidad del espacio. Y dígame sino sería injusto investigar si hay vida sostenible en otros planetas para mudarnos con todo y nuestra capacidad autodestructiva.

Entonces, ¿cuál es nuestra esperanza? ¿Quién podrá salvarnos de nosotros mismos? Yo creo que el corazón del ser humano tiene que volverse más humano.

Tiene que renacer y volverse transparente y sencillo, simplemente como un niño. No hay más respuestas y es que a veces las soluciones simples suelen ser las menos atractivas y las de más difícil ejecución, pero no se preocupe porque, en medio de todo, Dios todavía tiene el control por su gran amor. Evidencia de ello es que usted y yo aun estamos vivos.

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