domingo, noviembre 16, 2008

Empatía, para entender a los demás

Quien tiene la disposición de entablar un dialogo se ubica en el lugar del interlocutor, lo escucha, le presta atención y entiende cuál es su situación.

Esta cualidad, que no todos tenemos, se llama empatía

¿Es usted uno de los privilegiados?

Así como el pensamiento racional se manifiesta a través de palabras, las emociones se expresan generalmente de manera no verbal, que se da por el tono de voz, gestos y la expresión facial.

La capacidad para percibir esas emociones de los otros se denomina empatía.

Seguramente a usted le ha pasado que al hablar con otra persona no presta tanta atención a lo que dice como a la forma en que lo hace.

Es decir, en algún momento no importan tanto las palabras que nos dirige como el tono de la voz que emplea o los ademanes que hace.

Una palabra o frase puede significar cosas distintas de acuerdo a la manera en que se diga y los gestos de que vaya acompañada, pero saberlos interpretar es producto de la empatía.

Partiendo de uno mismo Es de suma importancia entender que la empatía exige que para saber lo que siente el otro, tenemos que empezar por saber qué sentimos nosotros mismos.

Los investigadores de la Psicología refieren que lo anterior puede tener su origen en la infancia, aduciendo que desde el nacimiento el pequeño es capaz de experimentar un estado de aflicción personal en respuesta a la de otros.

Pero, en la medida en que el chico empieza a entender y relacionarse con su entorno, disminuye esa capacidad de angustia ajena.

En ello la madre juega un rol muy importante, ya que es quien le enseña a identificar sus propias emociones y es una especie de cómplice que comprende y acepta sus sentimientos.

Cuando los niños son mayores, el aprendizaje emocional se puede dar a través de la imitación de la conducta de los padres, principalmente.

En un entorno en que los adultos son empáticos, los chicos tenderán a adquirir esta cualidad, de forma que si el pequeño ve que en la familia se tienen en cuenta los sentimientos de los demás, procurará hacer y esperar lo mismo cuando sea adulto.

Pero si sus intentos de diálogo emocional se ven bloqueados por la indiferencia de los padres, el niño aprenderá a no mostrar sus emociones y, a la larga, llegará a no sentirlas.

Cuando arribe a la adultez, será una persona desconectada de sus emociones, por lo que tendrá dificultad para percibir las propias y las de otros.

Por otra parte, debe quedar claro que no existe relación entre la capacidad intelectual de una persona y su facultad para la empatía: se puede tener alta capacitación en conocimientos académicos y ser pobre en lo que toca a ponerse en el lugar de los otros.

Un aspecto igualmente a destacar es que la empatía puede encontrar dificultad en una situación de alteración emocional; por ejemplo, cuando la persona experimenta sentimientos como la ira, no hay lugar para compaginar.

Es así que ésta exige un estado de calma emocional para poder recibir y corresponder a los sentimientos de la otra persona.

¿Cómo se demuestra? No basta con entender al otro, hay que demostrarlo, así que para que el interlocutor lo perciba hay que:

* Disponernos física y psicológicamente a prestar atención a los mensajes centrales de su discurso y mantenernos alerta a sus gestos corporales.

* Mantener la cordialidad sin evadir los temas importantes que surgen durante la conversación.

* Expresar por medio de nuestro propio estilo verbal y afectivo que hemos entendido su mensaje y cómo nos llega.

* Prestar atención a su respuesta, considerando sus señas corporales que confirman o niegan la exactitud de nuestro entendimiento del mensaje.

* No evaluarlo, juzgarlo o descalificarlo. Únicamente nos corresponde comprenderlo poniéndonos en su lugar, para ver la situación desde su perspectiva y entenderla.

* Emitir una opinión o juicio sólo si se nos solicita, pues anticiparnos puede ser interpretado como regaño o represión.

* La opinión, cuando se solicite, debe ser siempre sincera, la que hablará por nuestra persona.

* No interrumpir, ni para tomar el mando la conversación, ni para expresar conformidad o desacuerdo, ni siquiera para decir que a usted le pasa lo mismo.

* Mostrarse siempre dispuesto a escuchar. Aunque el estado de ánimo de ambos interlocutores no sea el mismo, atienda a la necesidad de quien lo busca, pues para él puede ser un momento importante.

* No descuide el estado emocional y procure que el optimismo se mantenga en todo momento.

Si usted es de las personas para quienes no resulta fácil "empatar" con su entorno social y le interesa superarlo, considere siempre que cuenta con la ayuda de profesionales en conducta humana (psicólogos), quienes estarán en la mejor disposición de ayudarlo.

Nunca es tarde para aprender a mejorar la comunicación.

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