sábado, agosto 30, 2008

Viajó en taxi, dijo que no podía pagar y la acusaron de estafa

LA JUSTICIA SOSTIENE QUE CONTRATO EL TRASLADO SABIENDO QUE NO TENIA DINERO

El viejo "pagadiós", ni más ni menos. La mujer se subió al taxi, indicó el destino y al llegar, cuando la tarifa había pasado los 60 pesos, dijo algo así como "ay, no tengo plata". Pero el chofer no sólo se llevó la bronca a la casa. Rápido, el hombre llegó a la Justicia, donde -no sin algunas idas y vueltas- le dieron la razón. Así fue que la Cámara del Crimen de la Capital procesó en junio pasado por el presunto delito de estafa -y se supo ahora- a aquella mujer, de apellido Navarrete.

La Sala Cuarta de la Cámara, con las firmas de los jueces Alberto Seijas y Marcelo Lucini, hizo lugar a la denuncia del taxista Martín Aníbal Benítez, quien trasladó a la pasajera suponiendo que era solvente y sólo al final del viaje se encontró con que ella no tenía dinero para pagarlo, "provocando así un concreto perjuicio patrimonial". Y sí, el chofer iba a tener que lidiar mucho para recuperar los 61,07 pesos que marcó el reloj.

La resolución lo considera un caso de "petardismo o gorronería". El Tribunal, de hecho, cree que la conducta de la mujer fue "idónea para provocar, por error, un perjuicio patrimonial" porque, para éste, existía desde el principio la voluntad de no pagar, aunque encubierta bajo la apariencia de solvencia "que todo pasajero tiene al abordar" los taxis.

El curioso fallo explica cómo operó Navarrete para "estafar" al taxista. "El ardid consiste en aparentar una intención de pago al solicitar el traslado, con el conocimiento cabal de la imposibilidad de su concreción al momento de arribar a destino". Lo particular de la historia es que, según la resolución del Tribunal, la obligación de pagar no dependía de la mujer sino de su pareja, F.D.I., a quien Navarrete luego denunció por un presunto abuso sexual ocurrido antes de subirse al taxi. "Al menos se verifica cierta contradicción entre su descargo y esa situación", dice el documento firmado por Seijas y Lucini, y concluye no sin cierta lógica: "La posibilidad en ese contexto parece de imposible concreción". Las excusas de la imputada, en su defensa, fueron concretas: primero se desencontró con su pareja y después, con el fin de que se hiciera cargo del importe del viaje, buscó a algún amigo. Pero nunca lo encontró. La mujer dijo entonces que no tenía forma de regresar a su domicilio, pero los jueces descreyeron de esa versión.

Según fuentes de la Sala Cuatro, los jueces se basaron en casos de petardismo en bares o restaurantes donde la conducta fue catalogada como estafa. "El ardid es, entonces, aparentar bienes, engañar mediante este medio y causar el perjuicio", explicaron.

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