
Dice la historia que un día, estaba Diógenes comiendo un plato de lentejas, sentado en el umbral de una casa cualquiera. No había ningún alimento en toda Atenas más barato que el guiso de lentejas. Dicho de otra manera, comer guiso de lentejas significaba que te encontrabas en una situación de máxima precariedad.
Pasó un ministro del emperador y le dijo «¡Ay, Diógenes! si aprendieras a ser más sumiso y a adular un poco más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas». Diógenes dejó de comer, levantó la vista, y mirando al acaudalado interlocutor vehementemente, le contestó: «Ay de ti, hermano. Si aprendieras a comer unas pocas de lentejas cada día, no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador».
Cuán orgulloso y satisfecho me siento al paso del tiempo por la instrucción y educación recibidas al haberme enseñado mis progenitores y docentes entre otras muchas cosas, a degustar tan rica legumbre desde bien temprana edad. Al punto que hoy en día es uno de mis cocidos preferidos, y seguirá siéndolo, creo, el resto de mis días. Quizás sea esa ingesta casi semanal de lentejas, la «medicina» oportuna que me hace mantenerme bien apartado de la sumisión y la adulación, en la empresa, en la política, en mis relaciones sociales. La pregunta en este momento es: ¿No sería una recomendación gastronómica importante y propicia, para muchos militantes, simpatizantes y representantes de partidos políticos de nuestra villa, y poder intentar de esta manera rebajarles, hasta anularles, ese grado de sumisión y adulación que profesan por quien se erige en muchas ocasiones en su protector y dador de dádivas?
En fin, que enseñarles a todos estos a comer lentejas a estas alturas de la vida, para intentar refrenar sus ímpetus aduladores y sumisos, es ardua labor; pero no por ello muchos ciudadanos con nuestras respectivas posturas y pensamientos en libertad, vamos a seguir invitándoles cada día, a degustar tan deliciosa legumbre. Los que estamos fuera de los «aparatos políticos», tenemos cierta ventaja sobre las personas sometidas al rigor de los mismos; y es la posibilidad de elección de una determinada marca de la legumbre. Ellos sin embargo, no tienen más remedio que degustar la marca por nosotros sugerida, que para eso se las pagamos entre todos nosotros. Así que al menos, por favor, no muerdan las manos que les dan de «comer».
Y hablo, digo y escribo por sensaciones percibidas en el bando en el que un servidor milita políticamente, y por otra parte desde el juicio, parecer, mención o consideración que me hacen otros militantes de otras formaciones políticas.
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