sábado, octubre 11, 2008

Cómo Aprender a Aceptar el Sufrimiento.


Por lo general, deseamos liberarnos de las sensaciones desagradables con tanta rapidez que no nos da tiempo a analizar de dónde proceden. Supongamos que una persona a quien hemos ayudado nos perjudica, que nuestra pareja no es afectuosa con nosotros o que un amigo o nuestro jefe en el trabajo nos desprecia e intenta hacernos perder la confianza en nosotros mismos. Nuestra manera habitual de reaccionar ante estas situaciones dolorosas es intentando eliminar el malestar que nos producen poniéndonos a la defensiva, acusando a los demás, intentando vengarnos de ellos o endureciéndonos de corazón.

Por desgracia, al reaccionar de esta manera, no nos damos tiempo a analizar lo que ocurre en nuestra mente. En realidad, estas sensaciones desagradables no tienen tanta importancia. No son más que algunos momentos de mal tiempo en nuestra mente y no pueden causarnos un perjuicio duradero. No deberíamos tomárnoslas tan en serio. Puesto que no somos más que una persona entre innumerables seres, sentir malestar durante unos minutos no es un gran desastre.

Al igual que en el cielo hay espacio suficiente para se produzca una tormenta, también lo hay en nuestra mente para que surjan sensaciones desagradables; y del mismo modo que una tormenta no puede romper el cielo, estas tampoco pueden destruir nuestra mente. Cuando aparecen, no debemos tener miedo y perder el control, sino aceptarlas con paciencia, experimentarlas, analizar su naturaleza e investigar de dónde proceden.


De este modo, descubriremos que las sensaciones desagradables no vienen del exterior, sino de nuestra propia mente. Las circunstancias y los demás seres no son los que nos producen malestar, sino que lo único que hacen es activar el potencial para experimentar sensaciones desagradables que ya existen en nuestra mente. Este potencial o impresión kármica es el residuo de las acciones perjudiciales que cometimos en el pasado influidos por las perturbaciones mentales, cuya raíz es la ignorancia del aferramiento propio. Si aceptamos las sensaciones desagradables con paciencia y no nos aferramos a ellas, purificaremos el potencial kármico del que surgieron y no tendremos que volver a experimentarlas.

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