jueves, octubre 30, 2008

Los diez grandes Halloween de la Historia de la Literatura de terror



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Halloween despierta a muertos vivientes y saca a los fantasmas a la calle. Una noche en la que, como afirma Dean Koontz en "Tic, tac?", "el tiempo expira al amanecer". Una noche que se puede pasar en tenebrosa compañía sin salir de casa. He aquí diez obras maestras, las diez grandes obras de la literatura de terror, aunque de las tumbas del olvido ha escapado también una larga caterva de autores que se resisten a convertirse en polvo. Son zombies que reviven después de muerto. El milagro de la literatura.

Miedo contra miedo. Hay teorías que defiende que en tiempos de miedo -el terror de la crisis triunfa en Hallowen- la literatura y el cine reviven su esplendor. Sólo con miedo, por lo que parece, se exhuma otros miedos que vienen empaquetado por las tenebrosas circunstancias. Por simple curiosidad: comprueben los ciclos de crisis con las versiones cinematográficas de "Drácula".

Ustedes tienen la palabra. Y, ya lo advierto, los diez grandes libros de terror de la historia de la literatura. De mi literatura. Pero saldrían otros diez, quince, veinte más sin que decayera el pulso narrativo. ¿Están de acuerdo? ¿Cuál echan en falta? Yo, ninguno.

1. "Los mitos de Cthulhu", de H.P. Lovecraft

Hagan paso al rey: Howard Phillips Lovecraft. Con él renació un género de gritos, de pasos en el silencio. Casas malditas, cementerios vivientes, fantasmas macabros, dieron paso a libros malditos, muertos vivientes que escapan del submundo del terror y seres extraterrestres llegados para acabar con la humanidad.

Lovecraft y su extraordinaria herencia a la sombra de los mitos de Cthulhu -ese círculo que encierra a los también fabulosos Robert Bloch, Robert E. Howard, August Derleth y Clark Ashton Smith-, aparcaron la mirada gótica y expusieron a la intemperie del terror toda la dimensión "cósmica".

Hay una literatura de horror, caos y espanto antes y después de Lovecraft, que reunió en un mismo género terror y ciencia ficción, bajo la advocación de un ser inmemorial e indescriptible, llegado hace eones a la Tierra desde el espacio exterior, y que yace dormido en el fondo del océano.

Basta una cita de "La llamada de Cthulhu" (1928), uno de sus relatos más famosos: "No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes".

Y seguía: "Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas".

Las que surgen en "La sombra sobre Innsmouth", por ejemplo. O, algunos relatos sobrenaturales: "La criatura tras la puerta", "Las montañas de la locura", "El grito", "Dogon", "Polaris", etc. Quizás fue la encarnación de Al Azif Alahazred. Quién sabe.O como dice Houellebecq, "yuxtaposición de lo minucioso y lo ilimitado, de lo puntual y lo infinito".

2. "Narraciones extraordinarias": Edgar A. Poe

El alcohol fue su alimento de su imaginación, el billete de ida a ese mundo de ultratumba que ilustran sus escritos. El camino más directo al infierno sobre el cual tanto escribió. Con láudano o sin él, con alcohol o sin él, Poe triunfó, aunque su vida no fuera más que un desacato a la razón.

Sea o no cierta la tesis de Borges: "La neurosis de Poe le habría servido para renovar el cuento fantástico, para multiplicar las formas literarias del horror". La cuestión es que "el mundo imaginario que creó para eludir su mundo real" perdura, y de qué modo. Poe es punto de partida, junto a Lovecraft, de la narrativa de terror tal como la conocemos hoy y aún sigue siendo insuperable.

En estas "Narraciones extraordinarias" no sólo se da buena muestra, como con "El escarabajo de oro", por ejemplo, de la destreza narrativa del autor de "El cuervo", el poema más tenebroso de la historia. También es punto de partida de la tradición de la novela negra que ha llegado hasta nuestros días, con "Los asesinatos de la calle Morgue" y en el detective Dupin.

Y, sobre todo, reúne clásicos inmortales, escritos entre 1830 y 1846, como "La caída de la casa Usher", "Ligeia", "El entierro prematuro", "El corazón delator", "La máscara de la muerte roja", "William Wilson" o "El gato negro". Es decir, la muerte, el recuerdo, el amor, el odio, la violencia, la belleza, el miedo, la culpa o la locura, ante una realidad que, como escribió Carlos Fuentes, es "un sueño enfermo".

3. "Drácula": Bram Stoker

Obra maestra indudable, por fin la novela se sitúa al frente de la literatura del miedo, con uno de los grandes subgéneros habidos y por haber: los vampiros. Es sobradamente conocido que un psicópata decimonónico, Vlad Tepes, inspiró a Stoker, pero no lo es tanto que bebió de otras fuentes literarias, y tan lejanas.

Por ejemplo, la famosísima novela de Sheridan le Fanu, "Carmilla", una referencia para los amantes de las crónicas vampíricas -antecedente de Ann Rice, por supuesto-, versión femenina con indudable poso lésbico.

De ahí sacará, entre otras cosas, Stoker el atisbo sexual que hay tras el ansia de sangre de Drácula, más allá de la sífilis rampante que, al final, acabó con él; y que hacía que la necesidad de sangre no sólo una urgencia del conde de Transilvania, el gran mito de la literatura anglosajona, con infinidad de secuelas.

Pero Stoker es, aunque no lo parezca, más que "Drácula". Firmó una ingente cantidad de obras, entre novelas y cuentos. Bien es verdad que un tanto irregulares, pero entre las que sobresalen algunas joyas, como "El entierro de las ratas" o "La dama del sudario", en donde reescribe la fórmula de Drácula.

Los "Cuentos de Medianoche" exigen, no obstante, la variedad de las composiciones, eso sí, siempre góticas, del autor irlandés. "Los seres que llamamos vampiros existen. Algunos de nosotros tenemos pruebas irrefutables de ello". El profesor Van Helsing, ya sabía que el mito no moriría. Ah, la sangre de los lectores.

4. "Libros de sangre": de Clive Barker

Que el discípulo esté antes que el maestro podría parecer una herejía. Pero no: literariamente no lo es. Barker, en cualquier caso, poco tiene que ver con Stephen King. Barker es el ídolo contemporáneo del cabo del miedo.

Partamos de una cita muy conocida suya para que nos sirva de escenario: "El miedo es un lugar donde puedes decir la verdad". Sí. Ésta es la visión del terror que Barker ha insertado en la narrativa contemporánea, dentro de su, igualmente, terrorífica multiplicidad: pintor, dibujante, director de cine, dramaturgo, pintor.

"He visto el futuro del terror, y su nombre es Clive Barker", dijo de él hace ya unos cuantos años King. Pero lo mejor estaba aún por llegar: "Me da miedo dar miedo", llegó a proclamar Baker para poner freno a su explosivo cóctel que escandalizó a pocos, pero entusiasmó a muchos.

Un miedo perverso, pornográfico, sin más límite moral que la imaginación, un miedo arraigado en el Goya más negro. Recuerden: en el miedo está la verdad.

Otra vez, el relato, corto por supuesto. Eran los años 80 y Barker publicó una serie de recopilaciones de sus relatos cortos a las que llamó "Libros de sangre", en 1, 2 y 3 volúmenes consecutivos, que con una discreta acogida, dejó paso a su primera novela, "El juego de las maldiciones", de gran éxito en EE UU.

Y que relanzó, con efecto retardado, a "Libros de sangre" -en España están publicados, como "Hellraiser", por La Factoría de Ideas-, como uno de los fenómenos de la novela de terror en el siglo XX, que, además, ha aumentando en otros tres volúmenes que, de nuevo, se encuentran cara a cara con las obsesiones más perversas del ser humano.

Además, no repite ni uno solo de los tópicos del género. Aunque, eso sí, no hay mayor fuente de mal que el propio ser humano. Un discípulo aventajado es Jack Ketchum con, por ejemplo, "Al otro lado del río".

5. "Cuentos pavorosos": Guy de Maupassant

Los clásicos se despiertan en el cementerio. Un maestro absoluto del género breve sale de su tumba y escribe: "Aquí reposa Jaques Olivant, fallecido a la edad de cincuenta y un años. Amaba a los suyos, fue honrado y bondadoso, y murió en la paz del Señor".

Ahora, el muerto escribe con la punta del hueso que había sido su índice: "Aquí reposa Jaques Olivant, fallecido a la edad de cincuenta y un años. Apresuró con sus duras palabras la muerte de su padre a quién deseaba heredar; torturó a su mujer, atormentó a sus hijos, engañó a sus vecinos, robó cuanto pudo y murió miserablemente".

Es "La muerta", en donde Maupassant escribe una de las escenas más buscadas del 1 de noviembre. Más escalofriantes aún es, lo sigue siendo, "El Horla", joya entre perlas sangrientas, fantasmales y terribles de estos "Cuentos pavorosos" por los que no pasa el tiempo: suicidios, hipnosis, neurosis, obsesión, soledad, desequilibrio, locura y, por supuesto, el miedo del hombre ante sí mismo: su peor fantasma.

6. "Soy leyenda": Richard Matheson

El cine y la novela de terror son dos artes y un destino. Pero cuándo daño ha hecho la gran pantalla, por ejemplo, a Matheson, convirtiendo una obra maestra en un acontecimiento vulgar. Afortunadamente, como Robert Neville, sobrevive, aunque sea -no lo voy a decir- en un mundo de vampiros.

Catapultada más como una obra de ciencia ficción que de terror -con lo que no estoy de acuerdo-, simboliza, en cualquier caso, este encuentro fructífero que, juntos, dan lo mejor de sí, lo mejor de ambos géneros reunidos en uno solo.

Hay multitud de ejemplos, como la novela de Max Brooks, que no sé muy bien por qué me condujo a leer de nuevo a Matheson, que ha resucitado el submundo de los zombies y que, a poco que pasen los años, será tomada como obra maestra del género: "Guerra Mundial Z", que en España ha publicado Almuzara. Por cierto, que hace tan sólo unos días Berenice, del mismo grupo editorial, sacó a la calle "Zombi. Guía de supervivencia". ¿Un exceso? Puede ser, pero Brooks ha rescatado la pasión por el mundo redivivo.

Pero, estábamos en Matheson, leyenda ya. Y en el desasosiego que engendra, porque al fin y al cabo, nos hace ver que no hay escapatoria, que quien sabe si lo normal es una anomalía, que estamos condenados. ¿O no, Neville?

7. "La feria de las tinieblas": Ray Bradbury

Bradbury, uno de los grandes de la ciencia ficción, casi le basta "Crónicas marcianas", quizás por ello a muchos le cuesta encasillarlo en las novelas de terror. Porque él, a diferenciaas de Matheson, por ejemplo, no cruza, sino que mantiene bien diferenciados los géneros.

Pero no hay dudas. Aquí "La feria de las tinieblas" es, como las otras dos, una referencia en lo suyo. Sí, aunque muchos no lo crean. Aunque siempre que digo esto de Bradbury me acuerdo de J. G. Ballard -¿acaso no es un caso muy parecido?, incluso con más novelas-, aunque, con toda admiración hacia Ballard, quizás nada parecido a esta "Feria de las tinieblas", o de las vanidades.

Tan solo la inocencia de dos niños, James Nightshade y William Halloway, son capaces de atajar el precio de obedecer a los sueños de una moderna lámpara de Aladino, genios que atrapan las almas de todo un pueblo. Un Bradbury y una novela que, a cada rato que pasa, cobra aún más actualidad, y, sobre todo, es más escalofriante.

8. "Psicosis": Robert Bloch

Entallada en la memoria colectiva por la película, apenas se sabe que Joseph Stefano y Alfred Hitchcock, con la ayuda del propio Robert Bloch (1917-1997), siguieron letra a letra para el guión la novela de uno de los grandes maestros del terror, la ciencia ficción y, más desconocido, de la novela policíaca.

Bloch sumó una considerable trayectoria, prácticamente por todos los vericuetos de la literatura de terror, desde el sangriento al sideral. Sí, en "El vampiro estelar", en el que el protagonista es un trasunto de Lovecraft, el gran mentor, de Bloch, pero al que da una muerte feroz. Bloch firmó guiones, por ejemplo, de "Star Trek".

Pero estamos leyendo "Psicosis", inmersos en la mente de Norman Bates, andando por los pasillos de su motel: "Soy Norma Bates -dijo la aguda voz. Y entonces sacó un cuchillo, Lila corrió y gritó. Sam llegó y el cuchillo se alzaba rápido como la muerte, Sam retorció la mano que lo sostenía, el arma cayó al suelo. Se oyó un chillido de una mujer histérica y salía de la garganta de Norman Bates".

Probablemente, sin el genio de Hitchcock -y ocurre, aún así- habría pasado de puntillas por la inquietante novela de Bloch, genio y figura. Veinticinco novelas e incontables cuentos, algunos de los más relevantes han sido recogidos por cierto en "El que abre el camino", editado por la impagable Valdemar.

9. "John Silence, investigador de lo oculto": Argernon Blackwood

El género del terror es muy dado al relato, más que a la novela. La tensión, el eje sobre el que gira la ruleta del miedo, es difícil de sostener. Hay formidables autores que han dominado el cuento -Maupasant, sin ir más lejos, como también Argenon Blackwood-, género matriarcal, por tanto, de la literatura de terror, pero que se han perdido en la novela.

Blackwood (1869-1951) es un ejemplo revelador. Sus más aplaudidos relatos son, quizás, los que se adentran en los miedos ancestrales a la inmensidad del bosque, como "El Wendigo" y "Los sauces" -al cual Lovecraft otorgaría la distinción de ser "el mejor relato de terror de todos los tiempos"-, pero, como obra de conjunto, imprescindible es "John Silence, investigador de lo oculto".

Es una célebre recopilación de relatos de Blackwood centrados en las andanzas de su celebérrimo investigador sobrenatural, John Silence. Posesiones diabólicas como la de "Una invasión psíquica"; pesadillas angustiosas como la de "Culto secreto"; uno de los mejores relatos acerca del mito de la licantropía: "El campamento del perro"; aldeas embrujadas, "Antiguas brujerías", o el terror más clásico y gótico en "El ocupante de la habitación". Un poco para que nos podamos sumergirnos en un autor básico creador de atmósferas fantasmales.

10. "It": Stephen King

¿Qué hacer con Stephen King? Irregular y prolífico, el autor norteamericano ha firmado, en cualquier caso, una serie de obras que han de estar en cualquier lista, por todos los lectores que han dado al género. Salen unas cuantas: "Cementerio de animales", "El resplandor", "El misterio de Salem's Lot", "Misery", "Carrie"...

Es evidente que King debe figurar en cualquier relectura de la novela de terror, pero ¿con qué obra? Del mismo modo, literariamente deja bastante que desear si se le compara con Poe o Lovecraft, sin ir más lejos. O con Barker.

Aunque cualquier parecido es casualidad. Sus más de 200 obras no dan para, evidentemente, una exigencia mínima de calidad literaria. Pero entre la paja, florece el trigo. Y King, eso sí, atesora una gran virtud, su extraordianaria capacidad para detectar la paranoia presente en nuestro tiempo.

No le falta razón cuando afirma que "exporto pequeñas experiencias de EE UU". En cualquier caso, como se trata de elegir, me quedo en Derry y sus secretos, uno de los pocos escenarios de King en los que merece la pena volver. "It", por tanto, proclamada con el mejor King, y, todo sea dicho, el inicio de su declive.

Y un epílogo para Halloween...

¿Sólo diez obras maestras? ¿Pero y los fantasmas? Están en decadencia. Hay que mirar, como siempre, atrás. Hacia Edward Benson y "La habitación de la torre. 13 cuentos de fantasmas". O, ufff, el olvidadísimoWilliam Hope Hodgson y, por ejemplo, "Los piratas fantasmas".

No son precisamente fantasmas, tampoco Arthur Machen -"Los tres impostores" por delante-, Walter de la Mare, La Fanu, Robert E. Howard, Theophile Gautier, Gaston Leroux, W. W. Jacobs o Gustav Meyrink, por supuesto, con "El Golem". Aunque ninguno tan olvidado como L.R. Stine. Muchos de ellos, los contemporáneos, están reunidos en "El horror según Lovecraft", colección de textos favoritos del autor británico.

Más clásico, en la lista podría estar "El monje" de Matthew Gregory Lewis o "Melmoth el errabundo", de Charles Robert Maturin. ¿Y Frankestein? Lo mismo, es cuestión de gusto, aunque el monstruo de Mary Shelley a veces sufre las consecuencias del empalago al que le ha sometido el cine. La novela, de verdad, es más tenebrosa de lo que el cine nos deja imaginar.

Coantemporáneos, está "El exorcista" de William Peter Blatty, "El hombre lobo en París", Guy Endore, y "La semilla del Diablo", Ira Levin, aunque los tres están inflados por el éxito de sus versiones cinematográficas.

Lo mismo que sucede, aún sin cine, con el Dean Koontz, de "Sr. Asesino" a "Nocturno". ¿Y en español? Hablamos de Hallowen, pero no pondré punto y final sin recordar al gran Horacio Quiroga, uruguayo, y al demasiado ya olvidado Alfonso Sastre, con "Las noches lúgubres". Como la de Halloween.

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