miércoles, octubre 29, 2008

Chamanismo de Corea

Son el pilar del muismo, una práctica religiosa ancestral, anterior al budismo.

Guía práctica

Si nos cruzáramos con la menuda Jeong Sun-Deok por una calle de Seúl seguramente no apartaríamos nuestra mirada de los antiguos templos o palacios de la ciudad. Sin embargo, esta mujer forma parte de una tradición religiosa anterior a cualquiera de estos monumentos, que se remonta al origen de la cultura coreana: el muismo. Nuestros ojos a primera vista no percibirían nada extraordinario pero miles de sus compatriotas reconocen en ella a una elegida por los espíritus.

A los ocho años de edad, Jeong Sun-Deok enfermó y los médicos no sabían cómo curarla: no tenía ni hambre ni energía, sufría extraños sueños y visiones. Este sufrimiento duró hasta que descubrió cuál era su destino y lo aceptó: había sido poseída por un espíritu y estaba llamada a ser una chamana o mudang. Nada volvió a ser igual para ella: adquirió dotes proféticas y, a través de un rito de iniciación, murió en su antigua vida y renació a una nueva, convirtiéndose en intermediaria entre los dioses, los seres humanos y sus antepasados.

«Ser mudang es mi destino. Soy afortunada. ¿Hay mejor destino que ayudar a las personas a ser felices o apoyarlas en su sufrimiento? Si el padre de una familia ha muerto y los hijos no han podido disculparse por el daño que le hicieron, puedo hacer llegar su mensaje al difunto para que queden en paz.», asegura con una suave sonrisa Jeong Sun- Deok, desde la casa de Seúl donde vive con su marido, un profesor universitario al que conoció en los duros años de la represión política.

Intercesora celeste

Ella era una joven mudang que oficiaba ceremonias fúnebres por los jóvenes asesinados. Él, un estudioso de las religiones tradicionales. En el siglo XXI, las mudang son una atractiva mezcla entre tradición y actualidad: aunque son herederas de una tradición milenaria y mística, se casan y tienen hijos, con los que viven en casas como las nuestras.

Siendo niña, Jeong dejó la escuela y comenzó su formación, que duró diez años bajo la tutela de mudang más experimentadas. «Lo primero es aprender a ser pura, limpia. Hay que olvidar tu propio resentimiento y dolor para preocuparte por el de los demás y saber transmitirlo a los dioses. Cada día destino horas a mi purificación», cuenta con sencillez. La generosidad marca la relación que se establece entre las mudang y las otras personas. «Aprendí de mi espíritu madre cómo tratar a los que vienen hasta mí. Si vienen buscando consuelo, escucho su problema con el corazón. Como chamana he pasado por experiencias muy duras como la enfermedad o mi muerte simbólica. Creo que eso ayuda a que esté preparada para entender a los que me necesitan».

Pero ese no es el único conocimiento que debe tener una mudang. También se las llama mansin, que significa «diez mil dioses». Conocer toda esta cosmología, que va desde dioses naturales como el del viento al de la muerte o a los dioses humanos como héroes militares, es asimismo importante. Según ella, «necesitamos peregrinar a las montañas donde debemos rogar y meditar. Así restauramos nuestra energía espiritual para poder escuchar la voluntad de los dioses.»..

Los motivos por los que los coreanos acuden a ella son preocupaciones y deseos comunes: recuperar la salud, tener hijos, lograr dinero… Jeong hará llegar estas peticiones a los dioses pero también traerá los mensajes que éstos quieran transmitir. «Soy completamente feliz en mi experiencia de comunicación espiritual con los dioses. Pero también soy ‘adivina’ y tengo la capacidad de sanar. Significa que puedo comprobar la efectividad de esa relación chamánica cuando mis adivinaciones se vuelven realidad y mis curaciones eficaces».


Una vida difícil

Una mudang une este mundo con el otro y esto no lo puede hacer sin dolor. «No me arrepiento de mi destino. Pero hubo un momento en que no fue así. De niña, estaba encantada. La gente me hacía regalos, venían a visitarme… ¿A qué niño no le gusta eso? Alrededor de los veinte años, los novios me dejaban porque era mudang, sus familias no me aceptaban, no llevaba la vida de la gente de mi edad… Rompí con mi espíritu madre y mi corazón quedó roto. Me retiré a la montaña sagrada Namsan para meditar y preguntar ‘¿por qué yo?’ Cuando llegué, me encontré con un grupo de gangsters. No sabía qué hacer, así que dije: ‘soy una chamana’. No sé por qué no me hicieron nada y me llevaron a un corredor que había en la montaña. Allí vi a algunas mudangs realizar un kut. Me pregunté: ¿Qué tipo de revelación es ésta? ¿Por qué me traen aquí? Estaba claro que era mi camino». Su vocación salió reforzada y ya nunca ha tenido dudas: para ella es un orgullo ser uno de los 200.000 chamanes coreanos actuales, casi todos mujeres.

Según explica Antonio Doménech, antropólogo e historiador de las religiones, «en Corea la mujer es la responsable de la vida religiosa familiar, ligada a las creencias chamanísticas. En una sociedad patriarcal, en estas ceremonias han encontrado refugio y libertad y han podido expresar sus sentimientos». Para Jeong éste puede ser uno de los motivos por el que casi todos los mudang son mujeres: «ellas son las que acuden a nosotras… y creen que otra mujer les entenderá mejor».
Las raíces del muismo se hunden en los orígenes de Corea, hace miles de años, cuando los chamanes atesoraban un gran poder, tanto en la sociedad como sobre los individuos. Poco a poco, nuevas religiones como el budismo y confucianismo fueron ganando influencia. A partir del siglo XIV, el muismo fue perseguido. Sin embargo, las mujeres y las clases más pobres mantuvieron vivos los ritos. Hoy, la mayoría lo considera una herencia cultural que debe ser conservada y, reconociéndolo o no públicamente, reclaman los servicios de una mudang.

Paz contagiosa

Ninguno de estos altibajos parece alterar la paz que la inunda y que contagia a quienes se le acercan. «Ser mudang es ser una persona buena y pura. Luchar cada día por conseguirlo. Creo que todos llevamos esa posibilidad en nuestro interior pero el mundo de hoy no nos ayuda a desarrollarla. La única diferencia entre usted y yo es que mi vida está dedicada a esa labor».

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