jueves, octubre 23, 2008

El poder del YOGA

Historia, enseñanzas y destino de Andrei Ram, un maestro del yoga que a sus 34 años prueba cómo mente y cuerpo pueden unirse en el camino hacia la conciencia suprema. Estudió primero Biología Marina, después se volvió antropólogo y maestro de danza contemporánea, hoy asume el legado de un notable maestro de yoga en Estados Unidos.


La señal surgió en la laguna de Iguaque en 2001. Al cabo de tres horas de invocación al ser supremo, asanas de yoga y un baño de purificación, como una luz en el lado derecho de su pecho Andrei Garzón sintió que alguien lo esperaba y le pedía que se moviera lejos. A los pocos días recibió una invitación de Nueva York para promover algunos talleres de coreografía para danza, viajó a la capital del mundo y en una de las audiciones, uno de sus anfitriones le mostró un libro de fotografías de yoga con posturas difíciles de creer. Él asumió que esa guía era parte de su llamado y ese día terminó caminando llevado de la mano por su destino.

Andrei Ram
De repente se detuvo frente a un centro de yoga y, al observar las fotos que acompañaban un aviso rojo, constató que era el mismo personaje del libro. Y fue mayor su sorpresa cuando apareció en persona, revisó el buzón de correo y partió en una bicicleta por la 3ª Avenida. Sin aliento pero expectante por volver a verlo, al día siguiente regresó y desde entonces, como él lo afirma, “está al servicio de Dios en el ejército yogui del amor”. Ya no es Andrei Garzón, ahora es Andrei Ram, vive para probar que el yoga reconcilia la mente y el espíritu, y oficia como mano derecha de Dharma Mittra Yoga, el instructor más reconocido en Estados Unidos.

¿En qué momento este colombiano se transformó en uno de los más respetados instructores en la modalidad del Vinyasa Yoga a nivel mundial? Su historia es simple. Hijo de padres colombianos, por asuntos del destino Andrei nació en Massachusetts (E.U.) cuando su padre adelantaba estudios de posgrado de odontología en el hospital de Holyoke. No obstante, a los pocos meses, su familia regresó a Colombia y, al igual que sus dos hermanos, creció en la Bogotá de los años 80 y estudió en dos colegios de clase media, que prefiere no recordar porque sigue creyendo que “los procesos escolares son muy adoctrinantes y limitan la potencialidad del ser”.

Cuando concluyó su bachillerato, entró a cursar estudios de Biología Marina, motivado en su atracción por la naturaleza y su pasión por el mar. No obstante, su expectativa ecológica no fue compatible con los formatos académicos y, apenas bordeando los 20 años, cambió de norte. Ingresó a la Universidad Nacional a estudiar Antropología y simultáneamente decidió formarse en Danza. El primer reto para resolver incógnitas personales y entender por qué el hombre había adoptado como patrón de civilización el progreso, sacrificando los deseos del corazón; y la danza para asomarse al conocimiento profundo del cuerpo y así abrirse camino al hallazgo del ser.

De esa unión de saberes fue quedando una práctica autodidacta de la meditación, que poco a poco lo fue llevando al conocimiento del yoga. Claro está que Andrei Ram tiene una explicación más profunda: “Yo puedo afirmar que el yoga surgió en mi ser antes de que yo naciera, e incluso mucho antes de mi cuerpo o de mi personalidad proyectada en la mente ”. Y luego añade convencido: “El ser es eterno, el espíritu nunca muere y nuestras vidas afrontan un largo proceso de evolución

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