A los 107 años, la canadiense Mary McCarthy continúa viviendo en la mansión adquirida en 1945 por su millonario esposo cubano en lo que fue una vez el elegante Country Club Park de La Habana.
Pavos reales aún pasean bajo las palmas reales en el jardín de 4.000 metros cuadrados, pero el césped está descuidado y la casa con muebles estilo Napoleón III y un piano Steinway se están cayendo a pedazos.
Aunque McCarthy está postrada en una silla de ruedas, para recibir visitas aún se pinta los labios de rojo y pone un vestido de satén, una blusa de seda y un pañuelo de gasa. Su collar de perlas y sus pendientes son, sin embargo, de plástico.
Sus verdaderas joyas y la pequeña fortuna que heredó cuando enviudó en 1951 están congeladas en un banco de Boston desde que Estados Unidos decretó las sanciones contra Cuba tras el triunfo de la revolución de Fidel Castro en 1959.
Eso porque ella vivía en Cuba y no se fue a Miami junto con la mayoría de sus ricos vecinos cuando Castro nacionalizó los negocios y alineó Cuba con el comunismo soviético.
El Gobierno cubano confiscó sus propiedades y la fábrica de cueros de su esposo, valoradas en cuatro millones de dólares. Lo único que le quedó fue Villa Mary, una dilapidada mansión donde continúa viviendo actualmente.
Desde enero de este año, el Gobierno de Estados Unidos le ha permitido retirar 96 dólares mensuales de sus fondos congelados, después de que diplomáticos canadienses intercedieron por ella.
McCarthy está pidiéndole al presidente estadounidense, George W. Bush, que descongele su dinero para vivir el resto de sus días con dignidad. Quiere, además, que liberen las "baratijas" de su familia.
"Dijeron que no podían devolvérmelo porque yo vivía en Cuba. Es el único dinero que me queda. Está en Boston, pero yo vivo en Cuba, esa es la gran cosa terrible," dijo durante una reciente visita a su casa.
"Lo quiero sólo para pagar mis medicinas y al médico. Ni siquiera lo quiero para comprar caramelos," añadió.
En las descascaradas paredes de su casa cuelgan, enmarcadas, las felicitaciones del papa Juan Pablo II, la reina Isabel de Inglaterra y el ex primer ministro canadiense Jean Chretien en ocasión de su cumpleaños número 100.
Entre las fotos que hay en la sala de su casa, sobresale una de Castro vestido de uniforme verde olivo saludándola durante una recepción en la embajada canadiense durante la visita de Chretien en 1997.
ALTA SOCIEDAD HABANERA
McCarthy, nacida en 1900 en St. John's, Newfoundland, conoció al empresario de origen español Pedro Gómez Cueto en la ópera de Boston. El sedujo a la estudiante de música de 24 años y la llevó a vivir a La Habana, una ciudad que vibraba con la riqueza de los barones del azúcar, convertida en lugar de esparcimiento de los ricos.
Gómez Cueto amasó su fortuna fabricando botas militares en su fabrica de La Habana durante la Segunda Guerra Mundial.
Como miembro de la alta sociedad cubana, McCarthy fue co fundadora de la Orquesta Filarmónica de La Habana, jugó al golf en el Country Club, financió obras de caridad y bailó en suntuosas fiestas en el Havana Yatch Club, momentos que hoy apenas recuerda.
Después de que Castro y sus guerrilleros tomaron el poder en 1959, la viuda canadiense visitó a sus acaudalados ex vecinos en su exilio en Miami. Los encontró en alojamiento temporal, esperando regresar a La Habana tan pronto como Estados Unidos derrocara a Castro.
McCarthy decidió volver a casa y esperar allí. Cuatro décadas más tarde, el Gobierno de Castro continúa en el poder, aunque el líder cubano lleve más de un año apartado de la vida pública y ella tenga tantos problemas económicos como la economía cubana.
"Yo me he quedado a vivir aquí porque se murió mi marido y heredé la propiedad," dijo McCarthy, a quien no le quedan parientes en Canadá, al menos que ella sepa.
"Además, me gusta Cuba. Me he quedado por eso. Los cubanos son los más buenos del mundo," explicó.
El año pasado, Stan Keyes, entonces cónsul general de Canadá en Boston, escribió a la oficina del Departamento del Tesoro que supervisa las sanciones contra Cuba, para pedir que los fondos de McCarthy fueran transferidos a Canadá.
"Ella es una desafortunada, además de no intencional, víctima de circunstancias políticas," dijo el diplomático. "Vive de la caridad. Merece vivir el resto de sus días con comodidades," agregó.
Respondiendo a los funcionarios estadounidenses que sugirieron que regresara a Canadá, Keyes dijo que ya no podría soportar el rigor del invierno canadiense.
McCarthy ha estado confinada en una silla de ruedas desde que sufrió una caída y se fracturó la cadera en el 2002.
Una católica devota, reza todos los días después de la hora del té. Su ahijado, Elio García, la lleva hasta una oscura recepción donde, bajo una estatua de mármol de Salomé, reza con un rosario a la Virgen de la Caridad, la patrona de Cuba.
McCarthy figura en la última edición del directorio anglo americano de Cuba de 1960. Su dirección es todavía la misma
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