jueves, agosto 30, 2007

Noche de emociones

• El Camp Nou, con más de 98.000 espectadores, dedicó un emotivo homenaje a Puerta y Casaus

• El Barça ofreció una buena imagen a pesar de que Ronaldinho escuchó algunos silbidos


El Barça ganó anoche dos partidos. El que jugó excitado contra un ridículo Inter (5-0) y el que se jugó antes, mucho más adentro, y que desató un sinfín de emociones desbordadas desde el momento en que el corazón de un chico de 22 años dejó de latir. Cuando los jugadores azulgranas aparecieron en el campo con la camiseta del Sevilla, al Camp Nou se le hizo un nudo en la garganta. En la espalda, un nombre: Puerta. Y un número: el 16. En medio de ese pasillo de dolor y respeto, una fotografía del joven futbolista, sobre un lema: "Jugamos por ti". Y jugaron. Claro que jugaron. ¿Por qué no iban a hacerlo? El minuto de silencio que se vivió entonces, bajo las notas del Cant dels ocells, y que luego se repitió antes de empezar el encuentro, en un doble recuerdo hacia Antonio Puerta y Nicolau Casaus, fue de "gallina de piel", que diría Cruyff.
Nada menos que 98.559 personas, una asistencia digna de una gran noche de Champions, con pleno de políticos incluído en el palco --José Montilla y Jordi Hereu, en primera fila--, estuvieron durante unos instantes al lado de los miles de sevillanos que ayer le dieron el último adiós al héroe perdido. También el barcelonismo tuvo alguien especial a quien recordar. El avi Casaus. "No és un adéu, és un per sempre", se escuchó, mientras unos niños desfilaban en una representación de las penyas, el tesoro que Nicolau mimó toda su vida, bajo el eterno deseo de mantener vivo el espíritu del més que un club en todo el mundo.
Una noche que merecía que el equipo se comportara como se espera que haga hoy y siempre. El Camp Nou no era anoche el Camp Nou de cada día, y ese ambiente especial, con pocos socios y miles y miles de niños, fue una bendición para quienes el domingo se ganaron un bofetón. El Gamper ejerció ayer de bálsamo antes del reencuentro del domingo, con los culés que van a juzgarles de verdad toda la temporada. Ayer, no hubo ni rastro de rencor. Ni un reproche. Solo ilusión y ganas de estar al lado del equipo, sin malos rollos, sin códigos, sin sospechas.

HENRY, ADMIRADO Y,
precisamente, quienes mejor conectaron con esa grada jovial fueron dos novatos: Giovani y Yaya Touré. A ellos les correspondió el papel estelar por encima de cualquier fantástico y, especialmente, de Ronaldinho, la figura intocable hasta ahora. El rey de todas las fiestas. Pues ya no lo es. Ayer, incluso escuchó algún silbido --anda más que corre-- , un toque de atención que el otro Camp Nou, el más severo, puede multiplicar cualquier día. A Henry, en cambio, se le sigue con la boca abierta en cada balón que toca. Siempre se le espera y si no llega, paciencia. Con él, sí. Messi sigue donde estaba. En un altar. Es el fantástico más intocable, y no se tolerará que Rijkaard no le trate como tal. Tampoco es tolerable que solo medio equipo fuera a recoger el trofeo y el otro estuviera desaparecido.
Pasó el Gamper y dejó vivo el recuerdo de un avi y de un joven, de Casaus y de Puerta. Dejó también la imagen de un Barça que, si realmente quiere, puede hacer que los culés no tengan que ir al cine a ver una mala película de fantásticos.

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