Las personas que han sobrevivido a un trauma severo, como una guerra, un episodio de torturas, un desastre natural o una violación, sufren a menudo de estrés postraumático, entre cuyos síntomas se incluye la ansiedad las reacciones emocionales descontroladas, las pesadillas, los recuerdos no deseados y las dificultades para concentrarse o conciliar el sueño, entre otros
El tratamiento de los pacientes que sufren el denominado síndrome de estrés postraumático con una versión farmacológica del éxtasis consigue que éstos se muestren más receptivos a la psicoterapia y contribuye a lograr mejoras duraderas en su estado mental, según demuestra un estudio realizado por investigadores de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU, por sus siglas en inglés).
Las personas que han sobrevivido a un trauma severo, como una guerra, un episodio de torturas, un desastre natural o una violación, sufren a menudo de estrés postraumático, entre cuyos síntomas se incluye la ansiedad las reacciones emocionales descontroladas, las pesadillas, los recuerdos no deseados y las dificultades para concentrarse o conciliar el sueño, entre otros.
En muchos casos, estas circunstancias van desapareciendo de manera gradual. Sin embargo, en otros individuos el síndrome postraumático se convierte en una condición crónica que necesita un tratamiento, en el que tradicionalmente se emplean fármacos para la ansiedad y la depresión y psicoterapia, con tareas y horas de conversación.
En las terapias basadas en la exposición al trauma, el objetivo es ayudar al paciente a asimilar el hecho traumático en un contexto de seguridad para que se de cuenta de que los recuerdos relativos al suceso traumático y la situación actual no son peligrosas. Así, el paciente aprende a enfrentarse al suceso como a un recuerdo doloroso y no como a un hecho que puede repetirse otra vez.
Según el psicólogo Pal-Orjan Johansen, "diversos estudios demuestran que la terapia de exposición puede ser muy efectiva para los desórdenes postraumáticos, a pesar de que muchos pacientes reciben sólo tratamiento farmacológico". "Sin embargo, las sustancias que reducen la ansiedad y los antidepresivos pueden a veces trabajar contra nuestros esfuerzos y reducir la comprensión emocional del afectado", apuntó.
Junto a Teri Krebs, neurobióloga de la NTNU, el profesor Johansen está ahora investigando qué sucede cuando los pacientes con un trauma crónico son tratados con una combinación de psicoterapia y la versión farmacológica del éxtasis MDMA, siguiendo la estela de un reciente estudio realizado en Estados Unidos por el psiquiatra Michael Mithoefer, que ha logrado un gran éxito en esta combinación.
Como explicación, los científicos noruegos sugieren que la MDMA contribuye a incrementar los niveles de oxitocin en el cerebro, una hormona que estimula emociones como la conexión, la proximidad y la confianza. En contexto terapéutico, este efecto significa que el paciente está más receptivo y confía más fácilmente en el terapeuta.
Asimismo, según los expertos, la MDMA aumenta la actividad en la zona del cortex prefrontal, asimilando el miedo, reduciendo el estrés y permitiendo al paciente ver los acontecimientos con perspectiva. En este área es también donde se toman las decisiones y se regulan los sentimientos. Además, la actividad en este punto del cerebro está estrechamente ligada con amígdala, donde se manejan los temores.
En definitiva, se puede decir que el miedo nace en la amígdala, pero es procesado en el cortex prefrontal. Con el MDMA, la actividad en el cortex prefrontal se incrementa y simultáneamente, se reduce en la amígdala. "Creemos que este fenómeno puede ayudar regular mejor las emociones, a disipar los miedos y a reducir los comportamientos evasivos en un contexto terapéutico", concluyeron.
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