Uno de los mejores regalos que recibí el pasado fin de año fue la cita de Einstein que durante varios días MILENIO ha obsequiado a sus lectores bajo el título La verdadera crisis, la incompetencia, la cual fue reproducida por Carlos Marín, en su columna de anteayer, junto con otras sabias reflexiones del descubridor de la Teoría de la relatividad. Ello me da la oportunidad de compartir algunas ideas de Einstein acerca de Dios (tema que traté en mi dos anteriores colaboraciones), así como sobre religión, ciencia, arte y razón. Todas las citas son originales del gran científico y pensador, provienen de diversas fuentes reunidas en el portal Einstein: Science and Religon y han sido seleccionadas, ordenadas y traducidas por mí.
“La ciencia sin religión es coja; la religión sin ciencia, ciega”.
“El conocimiento de la existencia de algo que no podemos comprender, de manifestaciones de la más profunda razón y la más radiante belleza, sólo accesibles a nuestra razón en sus formas más elementales; es este conocimiento y esta emoción la que constituye la verdadera actitud religiosa. En este sentido, y sólo en él, soy un hombre profundamente religioso”.
“No puedo encontrar un mejor concepto que religioso, para definir mi convicción acerca de la naturaleza racional de la realidad, la cual es, al menos hasta cierto punto, accesible a la razón humana”.
“La convicción, profundamente emocional, de la presencia de un poder racional superior, que se revela en el inconmensurable Universo, constituye mi idea de Dios”.
“Quiero conocer los pensamientos de Dios, lo demás son detalles”.
“La más bella y profunda experiencia que puede tener un ser humano es el sentido del misterio. Es el principio fundamental de la religión, lo mismo que de todo arte y ciencia verdaderos. Quien no haya tenido esta experiencia me resulta, si no muerto, al menos ciego”.
“Ese sentimiento de pasmo y reverencia ante la Razón que se manifiesta en la realidad no conduce al presupuesto de una personalidad divina, de una persona que nos da órdenes y se interesa en nuestro ser individual. En esto no hay Voluntad, ni Propósito, ni Deber, sólo Ser”.
“Yo creo en el Dios de Spinoza que se revela a sí mismo en la armonía de lo existente, no en un Dios que se ocupa del destino y las acciones humanas”.
“La idea de un Dios personal me resulta ajena e incluso ingenua. Mi sentimiento religioso consiste en ser consciente de la insuficiencia de la mente humana para comprender la armonía del Universo, que tratamos de formular mediante ‘leyes de la naturaleza’. Esta conciencia y humildad es la que echo de menos en la mentalidad del librepensador.”
“Puede parecerles extraño que yo considere la comprensibilidad del mundo como un milagro o un eterno misterio. Ese milagro se refuerza en la medida en que se amplía nuestro conocimiento. Desconocerlo es la debilidad de los positivistas y los ateos profesionales.”
“Hay personas que opinan que Dios no existe, a pesar de ver la armonía del cosmos, la cual somos capaces de reconocer con nuestra limitada intelectualidad humana. Lo que realmente me enoja es que me citen para fundamentar tal opinión.”
“Los ateos fanáticos son tan intolerantes como los fanáticos religiosos. Son individuos que en su inquina contra lo que llaman ‘el opio del pueblo’, son incapaces de disfrutar la música de las esferas (celestes).” (De la que hablan los pitagóricos y Kepler)
“La obstinación del no creyente me resulta casi tan graciosa como la del creyente”.
“De niño fui instruido en la Biblia y en el Talmud. Soy judío, pero estoy subyugado por la figura luminosa del Nazareno”.
“Nuestra época se distingue por maravillosos hallazgos en los terrenos de la ciencia y la tecnología. ¿Quién podría no celebrarlos? Pero no olvidemos que esos conocimientos y capacidades por sí solas no pueden conducir a la humanidad hacia una vida digna y feliz. Lo que la humanidad le debe a personalidades como Buda, Moisés y Jesús tiene para mí un rango más elevado que todos los hallazgos de la mente inquisitiva y creadora”.
“En su defensa del bien ético, los maestros de religión deben tener la estatura para deshacerse de la doctrina de un Dios personal, fuente de temor y esperanza, que ha puesto tanto poder en manos de sacerdotes”.
“Si se purifica al judaísmo de los Profetas y al cristianismo, tal como lo enseñó Jesús, de todas las subsecuentes adiciones, en especial las de los sacerdotes, tendríamos una enseñanza capaz de curar todos los males de la humanidad”.
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