miércoles, enero 07, 2009

Elige tu propia inteligencia

La emoción tiene un peso relevante en la toma de cada decisión

Las teorías científicas más recientes defienden la pluralidad de nuestro cerebro. Se trata de saber desarrollar la capacidad que más encaja con nuestra forma de ser


Érase una vez tres ciegos que se acercaron a un elefante. Querían saber cómo estaba hecho ya que ninguno de ellos se había encontrado antes con algo parecido. El primero abrazó las patas del animal y lo comparó con un árbol. El segundo tocó la trompa en movimiento y dijo que se parecía a una serpiente.

El tercero, tras tantear el costado, afirmó que el paquidermo era como un muro. ¿Quién tenía razón? En este cuento, extracto del libro Intelligence. A brief history (Oxford, Blackwell ed.), cada uno de los protagonistas, en relación con su capacidad y aptitudes, formuló una interpretación del nuevo entorno. En otras palabras, dio una muestra de su inteligencia. Ustedes se preguntarán: ¿y qué tiene que ver la inteligencia con todo esto?

El 95% de lo que sabemos sobre el cerebro humano ha sido descubierto en las últimas dos décadas. La mayoría de nosotros todavía vive en una sociedad que está impregnada del concepto de inteligencia única, que se puede medir con el llamado coeficiente intelectual (C.I.) Esta herramienta fue desarrollada por un francés, Alfred Binet, en 1904. La necesidad de introducir el test nació por una necesidad práctica, como método de clasificación, para distinguir los niños que tenían capacidad para rendir en el colegio de los que no.

Era un número que medía las dotes de aprendizaje y se basaba en dos premisas fundamentales, que a posteriori se han revelado muy discutibles: que la inteligencia es fija e inmutable desde el nacimiento y que está constituida esencialmente por habilidades verbales y sobre todo matemático-analíticas. Estados Unidos adoptaba este criterio para la selección de los soldados en la Primera Guerra Mundial, para ver si sabían manejar las armas.

Sin embargo, incluso un intelectual de la talla de Hans Magnus Enzensberger afirmaba que la obsesión occidental de medir la inteligencia esconde en realidad el miedo a ser estúpidos. Su conclusión es que "no somos demasiado inteligentes para medir nuestra inteligencia". Así que a partir de los años ochenta, esta teoría oficialista empezó a resquebrajarse. Se descubrió que tener un C. I. elevado no equivalía a tener más inteligencia. La tesis es que la brillantez académica no lo es todo, ni para la felicidad ni para el éxito profesional.

De hecho, hay gente con gran capacidad intelectual que no sabe elegir bien a sus amigos. O incluso personas con un expediente académico pobre y que luego han tenido éxito en su profesión. Ramón y Cajal tenía un carácter conflictivo y Einstein fue un mal estudiante. Así, de acuerdo con estas teorías, la clásica contraposición entre el "tipo listo" y el "tipo inteligente" carece cada vez más de fundamento: cada uno destaca a su manera. Tampoco el peso o la talla del cerebro nos dirá si somos más o menos inteligentes. Esto dependerá de lo que nosotros sepamos sacar de él.

Howard Gardner en 1983 formuló la conocida teoría de las inteligencias múltiples, concibió hasta ocho. Según Gardner, la inteligencia se convierte en una capacidad para resolver problemas, en unas potencialidades neuronales que pueden ser o no activadas dependiendo de muchos factores, como el entorno cultural y familiar. El mismo Mozart no hubiera llegado a ser lo que fue sin el ambiente musical de Salzburgo. En cierta manera, todos tenemos algo de inteligencia y poseemos alguna de sus variantes en mayor o menor medida.

Cada uno tiene su propia combinación que va evolucionando y ampliando según se vayan o no activando la capacidad que tenemos de procesar información. Para volver al ejemplo inicial, cada uno verá algo distinto al tocar el elefante, pero cualquier interpretación puede ser correcta. Eso sí, se estima que un 30% de nuestra inteligencia es heredada, el resto es educación, cultura, ambiente económico y hasta alimentación. Lo que sí es innata es la actitud para desarrollar una inteligencia más que otra. Porque hay genes que están ahí y que no siempre se expresan, hay que entrenarlos.

A partir del concepto de inteligencias múltiples, se han desarrollado varias subcategorías y clasificaciones, como el célebre concepto de "inteligencia emocional" de Daniel Goleman (que se basa, a su vez, en las teorías de 1990 de Peter Salovey y John Mayer). Los prejuicios sobre nuestro lado más animal parecen estar superados definitivamente. Antonio Damasio, autor del célebre libro El error de Descartes, afirmó que "no puede haber decisiones sin emociones". Pablo Fernández Berrocal, psicólogo y profesor de la Universidad de Málaga, en una reciente entrevista explicaba: "Siempre hemos pensado que las emociones eran el enemigo interior: el dolor, la ira, el miedo… Como eran el enemigo había que reprimirlas u ocultarlas. Ahora se ha descubierto que lo importante es educarlas". ¿Cómo se consigue?

Existen ejercicios que ayudan a gestionar las emociones, talleres donde se enseña a motivarse, a controlar los impulsos, a regular estados de ánimo. El papel de la razón, en todo caso, sigue siendo fundamental en esta tarea. Mayte Saavedra, fundadora y directora del portal inteligenciaemocional-portal. org explica: "La esfera emocional es la que nos relaciona con nosotros y con los demás. Es cada vez más importante. La parte racional sirve para discernir, inducir, investigar. Pero las dos tienen que ir juntas, como un caballero necesita de su caballo para desplazarse".

Ignacio Morgado, autor del libroEmocionese inteligencia social (Ariel Ed.), catedrático de Psicobiología de la Universitat Autónoma de Barcelona, asegura que la lógica nos hace poner las opciones sobre la mesa. Con la razón presentamos las alternativas. Pero con la emoción las consideramos como positivas o negativas. Así que "son las emociones las que nos dicen si algo es ventajoso o no y que determinan al final las decisiones. … Y además suelen ser las correctas". La gestión racional de las emociones es la que nos ayudará a desenvolvernos en la vida. En su opinión, "la inteligencia emocional es una forma de sabiduría".

Llorenç Guilera, doctor en Psicología, ha publicado un libro muy documentado tituladoMásallá de la inteligencia emocional, las cinco dimensiones de la mente (Thomson Ed). En su opinión, "el instinto, las emociones, la intuición, el razonamiento y la planificación son las cinco dimensiones fundamentales del cerebro humano.

Sólo si somos capaces de coordinar y armonizar estas componientes podremos responder las exigencias de nuestro entorno. Es lo que llamo inteligencia eficaz", sostiene. Su tesis es que en el curso de la evolución de la especie el cerebro humano se ha sofisticado. Conforme su tamaño aumentaba, se han ido añadiendo capas de forma sucesiva, cada una de ellas con una función precisa. El resultado es que la mente humana es única, pero cuenta con distintas dimensiones. Se trata de sacar pleno rendimiento de cada una ellas.

En conclusión, si conseguimos encontrar ese equilibrio entre los distintos aspectos de nuestro cerebro, entonces es probable que tengamos éxito profesional y que cumplamos los objetivos que nos hayamos prefijado. Pero la pregunta clave, al final, es otra: ¿en qué medida el ser más o menos inte-ligentes nos ayuda a ser felices? Pablo Fernández Berrocal ha desarrollado el concepto de corazón inteligente:"Las personas más felices no son las más inteligentes desde el punto de vista clásico. Son las que tienen más habilidades emocionales y sociales para gestionar su vida y la de las personas que tienen a su alrededor".

Para Morgado, "las personas que tienen inteligencia emocional tienen más bienestar. Los que tienen mucha racional lo pasan mal. El secreto está en ajustar sus necesidades a sus posibilidades. Si pretendes más de lo que puedes, entonces se genera estrés". Para Guilera, "con más inteligencia se tienen más herramientas para ser feliz. Por ello, aprovecha lo que tengas, sácale jugo y no la tengas arrinconada". ¿Quién ha dicho que sólo el tonto es feliz?

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