domingo, agosto 26, 2007

La peligrosa atracción de la vida virtual

En su casa, en un tranquilo suburbio de Phoenix, Ric Hoogestraat enciende un cigarrillo y se sienta frente a su computadora. Mientras su esposa mira TV en la sala, empieza a chatear con lo que en pantalla parece ser una pelirroja alta y delgada.

Nunca ha conocido a la mujer fuera de Second Life (Segunda vida), un mundo de fantasía digital con más de ocho millones de "residentes" registrados que trabajan, van a conciertos y salen con otros usuarios.

Hoogestraat, de 53 años, y la pelirroja ni siquiera han hablado por teléfono, pero su relación ha alcanzado dimensiones verdaderamente curiosas. Tienen dos perros y pasan horas haciendo compras en centros comerciales y paseando en motocicleta. Su relación es tan fuerte, que hace tres meses Hoogestraat le pidió a Janet Spielman, la canadiense de 38 años que controla a la pelirroja, que fuera su esposa virtual.

Para su mujer en la vida real, esto no es un chiste. "Es devastador", dice Sue Hoogestraat, de 58 años, quien se casó con Hoogestraat hace siete meses. "Intento hablarle, traerle un trago y mientras tanto está sosteniendo relaciones sexuales con un dibujo animado", dice. Los dos, divorciados, se conocieron en un chat hace tres años.

Hoogestraat trata de restarle importancia a su relación virtual, asegurándole a su esposa que se trata solamente de un juego.

Mientras que la gente muy ocupada no entiende la idea de asumir más compromisos, sobre todo imaginarios, Second Life y otros juegos de participación múltiple ganan popularidad. Con unos 30 millones de jugadores en todo el mundo, crece la preocupación de que algunos estén desperdiciando sus vidas reales debido a su obsesión con sus "segundas" vidas.

En una encuesta de 30,000 jugadores virtuales realizada por Nick Yee, que acaba de obtener su doctorado de la Universidad de Stanford, casi un 40% de los hombres y 53% de las mujeres dijo que sus amigos de fantasía eran iguales o mejores que los de la vida real. Más de un cuarto de los entrevistados dijo que el momento más memorable de la semana que terminaba había ocurrido en el mundo virtual, según el sondeo, publicado en 2006 por la revista Presence, del Instituto de Tecnología de Massachusetts. "La línea que separa el mundo virtual y el mundo real es cada vez más difusa", dice Edward Castronova, profesor del Departamento de Telecomunicaciones de la Universidad de Indiana.

Hoogestraat, un ex profesor universitario de computación, nunca fue fanático de los juegos antes de Second Life. Pero desde febrero ha estado pasando seis horas cada noche y hasta 14 horas los fines de semana como Dutch Hoorenbeek, su ser virtual, una versión más joven y con mejor cuerpo que él. En el mundo virtual, es un exitoso hombre de negocios con un patrimonio neto de unos $1.5 millones en linden, la moneda virtual que puede ganarse o comprarse a través del sitio Web de Second Life a un cambio de 250 lindens por dólar. "Aquí, yo tengo el control", dice, paseando su avatar por un centro comercial usando las flechas del teclado.

Los mundos virtuales como Second Life se han convertido en terrenos de prueba para los límites de las relaciones, tanto en línea como en la vida real. En el juego, las relaciones sexuales virtuales, el matrimonio y el divorcio son comunes. Según la empresa que creó Second Life, Linden Lab, el usuario promedio pasa entre 20 y 40 horas semanales en el mundo virtual.

Los académicos recién están empezando a estudiar a fondo las dinámicas sociales de los mundos virtuales, pero algunos dicen que están estupefactos de cómo las relaciones virtuales reflejan la vida real. "La gente responde a la tecnología interactiva en niveles sociales y emocionales mucho más de lo que alguna vez pensamos", dice Byron Reeves, profesor de comunicaciones de Stanford. "La gente se siente mal cuando algo malo le ocurre a su avatar y muy bien cuando pasa algo bueno".

En el nivel neurológico, los jugadores tal vez no distinguen sus relaciones virtuales de las que tienen en la vida real, según estudios recientes.

Hoogestraat y la pelirroja, Tenaj Jackalope, se casaron en mayo en una pequeña ceremonia a la que asistieron unos 30 amigos avatar. "Hay mucha confianza entre nosotros", dice Spielman, divorciada y madre de dos hijos. "Nos contamos todo".

Pero esa intimidad no ha traspasado la pantalla. No tienen planes de conocerse y saben muy poco del otro más allá de la corta descripción en los perfiles de usuarios de cada uno.

Sola frente al televisor, la verdadera esposa de Hoogestraat dice que le preocupa que pasen años antes de que su marido se dé cuenta que ha intercambiado su vida real por una fantasía. "La otra persona se queda viuda", dice. "Esa vida es maravillosa, mejor que la vida real. Nadie engorda o le salen canas. La otra persona no puede competir con eso".

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