Y la Reserva Federal actuó. La reducción en las tasas de interés no sorprendió a nadie pues el clarín de la caballería que vendría al rescate se escuchaba cada vez más cerca.
Sería un poco pretencioso decir que el banco central se equivocó. Éste tiene información que muchos ni soñamos con tener. Sin embargo, sí se pueden analizar las circunstancias que motivaron esta acción, e incluso quizá apreciar que voluntaria o accidentalmente hubo en alguna medida presión de diferentes actores políticos.
Claramente, el banco central de los Estados Unidos tiene un alto nivel de independencia. Sin embargo, está expuesto al mismo tipo de presión que proviene de grupos de cabildeo o de la opinión pública.
Un excelente ejemplo de esta situación fueron las afirmaciones hechas por el banco central inglés, que dijo que el papel de los bancos centrales jamás es rescatar a los mercados o a las instituciones financieras, y a las pocas semanas intervino para el rescate del banco hipotecario Northern Rock.
A pesar de tener toneladas de información al alcance de su mano, estoy convencido de que un banco central en un momento como el actual se ve forzado a “volar por instrumentos”. Aún para ellos es imposible medir en tiempo real el impacto en la actividad económica de la crisis crediticia que se vive.
Cuando una recesión hace su arribo, la llegada no es evidente. Wall Street considera que la economía está en recesión si hay dos trimestres consecutivos de crecimiento económico negativo.
Si vamos a la definición del National Bureau of Economic Research (la agencia nacional de análisis económico): “una recesión es una caída significativa en la actividad económica distribuida a lo largo de toda la economía, que dura más de pocos meses, normalmente visible en el Producto Interno Bruto real, en el ingreso real, en los niveles de empleo, producción industrial y de ventas de mayoreo y menudeo.”
En más de una ocasión, la NBER ha reconocido una recesión hasta dos años después de que se estuvo inmerso en ésta, después de analizar miles de variables de empleo, producción ingreso y gasto (Rosenberg, David; Merrill Lynch, Navigating the portfolio through recession/Fed ease. Agosto 27, 2007).
Quizá una de las pocas señales que presagian una recesión es el nivel de empleo. Sin embargo, éste ha sido particularmente estable en los últimos veinte años, manteniéndose entre 4% y 7,5%, cuando entre 1961 y 1983 el rango de variación fue mucho más amplio, entre 3,5% y 9,7%.
Sin duda, la estabilidad se puede atribuir a una economía que se ha vuelto mucho más flexible, ya sea por la facilidad para despedir gente prácticamente sin costos extraordinarios, o por el acceso a mercados financieros para encontrar financiamiento, si fuera automóvil, la economía estadounidense asombraría por su capacidad tanto de aceleración como de frenado.
Para el banco central es mucho más fácil errar generando inflación, que parecer insensible ante el deterioro de la economía. Como dije la semana pasada, es la inflación la primera posible víctima de la reciente reducción en las tasas.
Si bien la inflación reportada el 19 de septiembre mostró un incremento en los últimos doce meses de sólo 2,1%, esta cifra aún no refleja el incremento en los precios del petróleo, de los metales y otras materias primas, que reaccionaron con alzas ante la caída del dólar. Con tasas más bajas, se demandarán menos dólares para comprar bonos denominados en esa moneda.
Como reacción a ésto, el dólar rompió la barrera de 1,40 contra el euro, y el oro –barómetro usual de presión inflacionaria- alcanzó su nivel más alto en 27 años al rebasar 735 dólares por onza. Como lógica reacción, también, la tasa del bono de 30 años subió ante la posibilidad de que el financiamiento del déficit en cuenta corriente pudiera complicarse en el entorno de dólar a la baja.
En las entrevistas con motivo de la publicación de su libro “La era de la turbulencia”, el ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan mismo dijo que la presión inflacionaria en el momento actual hubiese hecho imposible bajas en tasas de interés tan agresivas como las que él hizo cuando reventó la burbuja de Internet.
La pregunta, entonces, es por qué tomar el riesgo de echar más leña en la hoguera de la inflación, la respuesta es quizá que ante la presente falta de liquidez en el mercado de dinero, más vale correr ese riesgo, ante la posibilidad de que si persiste la escasez, el sistema bancario pudiera tener pérdidas que imposibilitarán que se normalice el mercado de crédito.
Sí, la Reserva Federal puede haber cometido un error al bajar la tasa. Desafortunadamente, no será evidente sino hasta que la película esté más avanzada.
Como dije la semana pasada, éste no es un problema de costo de crédito, es un problema de falta del mismo. Estamos lejos de que regrese la confianza entre los bancos. Para que confíen en que la garantía que pueden darse entre sí para un préstamo es suficientemente líquida como para poder asumir que se sabe cuánto vale.
Es decir, que para saber cuánto cuesta algo, tiene que haber compradores y vendedores. Si usted quiere comprar un automóvil en un dólar, difícilmente habrá vendedor, si quiere venderlo en un millón, lo que faltará será quien compre. En algún punto intermedio, existe acuerdo para intercambiar el bien.
En este momento hay infinidad de valores financieros que no están cambiando de manos, haciendo imposible valuarlos. De ahí que será imposible por un buen rato utilizarlos como colateral para obtener crédito.
La Reserva Federal salió al rescate, pero les pasa un poco lo que al bombero que entra cegado por el humo a un incendio, sin la claridad de qué busca o dónde está.
Como dije la semana pasada, quienes piensan que la bajada en tasas de interés regresará la normalidad a los mercados están soñando.
La próxima semana continuaré explicando por qué, en mi opinión, ésta es una crisis que no está cerca de acabar y por qué difícilmente estará contenida solamente dentro de los Estados Unidos. Mientras tanto, disfrutemos de la euforia que muestran los mercados ante la presencia del sonoro clarín.
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