miércoles, febrero 17, 2010

"Para grabar con las mejores orquestas se necesita dinero"

La música gallega cumple años en la persona de Rogelio Groba (Guláns-Pontevedra, 1930). La semana pasada el Ayuntamiento de Santiago le rindió un homenaje con el estreno del Concerto do Lameiro por parte de la Real Filharmonía de Galicia. El pasado viernes la Orquesta Sinfónica de Galicia interpretó su obra Plenilunio, pero Groba no asistió al concierto porque dice que no lo invitaron. "Después de todo lo que hice por esa orquesta", se lamenta, para luego añadir: "Tampoco habría aceptado la invitación", explica, porque se trata de "una obra menor en vez de un estreno de alguna de las muchas obras que tengo sin estrenar".


A Coruña no lo invitó a su homenaje: "Después de todo lo que hice por ellos"

"Lo de los jóvenes compositores de ahora es una riqueza que antes no había"

Pregunta. Se le ve con una vitalidad envidiable para un hombre de 80 años. ¿Qué hace para conservarse así?

Respuesta. Trabajar. En estos momentos estoy haciendo seis sinfonías a partir de mis cinco óperas y de la primera cantata que hice, que se llama Nova Galicia, de 1972, que es más trágica de escritura, podríamos decir. Estoy dándoles una perspectiva sinfónica y las tengo ya bosquejadas.

P. ¿Qué objeto tiene un trabajo así?

R. La ópera tiene una andadura muy difícil y esta transformación es también una forma de promocionarla. No es fácil, por la diferencia de estructura, pero mi ventaja es que yo tengo una escritura bastante ambivalente, que tiene valores instrumentales per se.

P. Usted dirigió la London Symphony en una obra suya, la Cantata Xacobea. ¿Cómo se logra grabar con una de las mejores orquestas del mundo?

R. Son tres, no una: Fauno, la Cantata Xacobea y Confidencias. Y es muy fácil grabar: es cuestión de tener dinero.

P. ¿Y usted lo tenía?

R. No, no. Yo tuve una ayuda oficial. Ahora, incluso estoy pensando hacer alguna grabación más de mis obras a través de la fundación que tengo. En Londres hay una ventaja y es que de cada tres horas de estudio te aseguran veinte minutos de música válida para grabar

P. ¿Cómo ve el actual panorama musical gallego?

R. En 1977, cuando llegué de Suiza, ni se hablaba de compositores gallegos, que siempre los hubo. Pero hay que tener en cuenta que Galicia nunca tuvo cultura sinfónica, si acaso un poco en A Coruña. Se dice a veces que los gallegos no aprecian lo que hay en Galicia, pero es que entonces no conocían y para amar hay que conocer. Y lo de los jóvenes compositores de ahora es una riqueza que no había antes.

P. ¿A qué cree que se debe esta evolución? ¿A las dos orquestas? ¿A los auditorios?

R. Es muy difícil de explicar. Se debe a todo. También a los conservatorios y a su evolución. Cuando yo llegué a A Coruña sólo se enseñaba violín, piano, vientos madera, percusión y poco más.

P. Durante los años previos al nacimiento de la Orquesta Sinfónica de Galicia usted dirigió la Orquesta de Cámara de A Coruña. ¿También tuvo este grupo una influencia en esta evolución?

R. Sí, y la Orquesta del Conservatorio, que yo fundé también. Tenía menos presencia pública pero más presencia social. Lo que pretendí durante más de veinte años fue crear el ambiente propicio para una orquesta de nivel, digamos, universal. No me comprendieron mucho y fui muy criticado por eso; pero se ha logrado y ahora hay dos orquestas de nivel.

P. ¿Qué es O Lameiro, que da título al concierto que le ha estrenado la Real Filharmonía de Galicia el pasado día 14?

R. Es un topónimo del barrio de A Groba, donde viví con mi abuela desde los cinco años, cuando empecé a estudiar.

P. Del Concerto do Lameiro dice usted que es una evocación de sus primeros pasos con una flauta. ¿Lo es por sus temas, por su ambiente?

R. Hay una evocación. Si se quiere, una esencia; una metafísica, por así decirlo, gregoriana. Porque el primer contacto que tuve yo con la música culta fue la música gregoriana, ya que mi abuelo había sido seminarista.

P. ¿El estreno es el momento soñado por todo compositor, cuando, por fin, se puede oír su obra?

R. Es un poco lo que decía Leibniz, el filósofo alemán: lo que está detrás del movimiento es una fuerza que él llama mónada. Cuando yo hago una obra, esa obra existe ya en mi cabeza. Y cuando esa obra se estrena la escucho fuera, pero antes ya la he escuchado dentro de mí.

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