viernes, mayo 29, 2009

Jugadores de rugby con salud vulnerable a causa del deporte

Un estudio confirma que los deportes que requieren un ejercicio de alta intensidad contrarrestan el efecto cardiovascular beneficioso de la actividad física.

El deporte es salud, pero siempre que su práctica sea moderada y regular. Cuando el esfuerzo físico es demasiado intenso, sus ventajas pueden quedar anuladas. Eso es, al menos, lo que corrobora un estudio que ha analizado el perfil de riesgo cardiovascular de 500 jugadores en activo de la liga profesional de fútbol americano y lo ha comparado con el de otro grupo de ciudadanos sanos de edad similar.

El trabajo, publicado en 'The Journal of the American Medical Association' ('JAMA'), pretendía indagar las implicaciones para la salud del paulatino incremento de peso que han experimentado en los últimos 20 años los jugadores de la liga americana de fútbol, particularmente los defensores de línea, cuyo tamaño es clave en las maniobras de bloqueo al contrario.

En 2003 se comprobó que la envergadura de una cuarta parte de estos 'gigantes' era tal que podían ser clasificados como obesos en grado dos. Estos datos, junto con el hecho de que se detectaran de forma esporádica varias muertes de origen cardiaco entre jugadores en activo y retirados generaron dudas sobre la posibilidad de que esta práctica se asociara a un mayor riesgo de sufrir eventos cardiacos.

La nueva investigación corrobora, en parte, esta sospecha. Los autores revisaron los factores de riesgo cardiovascular de los jugadores, como su nivel de colesterol, tanto el 'malo' como el 'bueno', y de triglicéridos, su tensión arterial, así como su historial médico; analizaron su peso, talla y composición corporal y chequearon el estado de su corazón. Después confrontaron esta información con la de un grupo similar de varones de 23 a 35 años de edad que habían participado en un estudio de salud cardiaca y se habían sometido a una batería parecida de pruebas.

EL TAMAÑO IMPORTA

Se comprobó que los deportistas eran más altos y pesaban como media 30 kilos más que sus compatriotas. Por el contrario, fumaban en menor medida y presentaban valores de glucosa en sangre inferiores a aquellos.

Tampoco se detectaron diferencias entre ambos grupos en los niveles de colesterol y triglicéridos. Para explicarlo, los autores sostienen que el ejercicio de alta intensidad que desarrollan estos atletas «podría haber mitigado sustancialmente el efecto de su gran tamaño». Sin embargo, el resultado más llamativo fue el que arrojaron sus cifras de tensión arterial: se dispararon respecto a las de los ciudadanos físicamente inactivos. La mayoría sufría hipertensión o prehipertensión (valores en el límite de normalidad). Siete de ellos tomaban medicación antihipertensiva.

La elevación tensional fue más acusada en los futbolistas de mayor tamaño (91%) respecto a los de menor envergadura (78%). En la población no deportista, la presencia de este factor de riesgo fue del 30%.

Los investigadores apuntan varias hipótesis para esclarecer este fenómeno, como que sea consecuencia del entrenamiento de fuerza y resistencia al que se someten los jugadores, al uso a largo plazo de antiinflamatorios no esteroideos, a la ingesta de sal o a problemas respiratorios durante el sueño.

Aunque no se menciona, el uso de esteroides anabolizantes, que no están expresamente prohibidos en este deporte, podría jugar un papel.

Araceli Boraita, cardiólogo del Consejo Superior de Deportes, ratifica que los beneficios para la salud de la actividad física dependen del tipo de disciplina y de la intensidad con que se practique: «Si se trata de deportes de alta demanda cardiovascular, muy explosivos y que exigen mucha fuerza, su efecto protector sobre los factores de riesgo se puede ver reducido».

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