jueves, mayo 28, 2009

Galicia alcanza el peso de EE UU


Carece Galicia de peso político, económico y hasta demográfico en la Península, pero a cambio este orondo país está a la cabeza de España por su creciente número de gordos. Aunque el Producto Interior Bruto flaquee y el censo de población tienda a adelgazar por exceso de difuntos, lo cierto es que los gallegos han ganado peso –y mucho– en la escena internacional durante los últimos años. Tanto como para que el viejo y obeso reino de Breoganix pueda compararse ya en índice de kilos por habitante a los otrora inalcanzables Estados Unidos.

Eso se deduce al menos de las pesquisas hechas en la báscula por la Asociación Gallega de Dietistas, que otorgan a los niños gallegos el primer puesto en el ranking de obesidad infantil de toda España. Algo más moderados, los adultos ocupan sólo un tercer lugar en esa clasificación; pero tanto los rapaces como los mayores lucen aquí barrigas equiparables a las de los ciudadanos de Norteamérica o el Reino Unido. En algo tendríamos que parecernos a los países ricos, hombre.

No es la primera vez que los endocrinólogos alertan sobre el exceso de grasa que convierte a buena parte de los naturales de este país en émulos aventajados de Sancho Panza. Hace apenas cuatro años, los endocrinólogos cifraban ya en medio millón el número de gallegos decididamente gordos y en otro millón los que van –o vamos– sobrados de peso con carácter algo más leve. Entre unos y otros, más de la mitad del país necesitaría ponerse a régimen.

En otros tiempos la noticia hubiera sido de lo más confortadora, pero ya se sabe que los gallegos andamos siempre a contrapié y con retraso. Lo que se lleva en estos días es la figura de sílfides levemente anoréxicas que exhiben algunas de las ministras del Gobierno y ni siquiera habrá de servirnos de gran consuelo el haber alcanzado por fin la misma tasa de kilos per capita que los opulentos Estados Unidos.
Ahora que por fin conseguimos engordar tras siglos de penurias y emigración, ha querido la mala suerte que las grasas estén ya pasadas de moda. Poco importa que el concepto subsistiese casi hasta hoy en Galicia, como corresponde a un país de suyo conservador y amarrado a las tradiciones en el que la salud y la belleza solían medirse por la abundancia de chichas en el cuerpo.

Desgraciadamente, esas ideas han periclitado. El nuevo canon estético es el de la flacura e incluso la escualidez: y para acabar de amargarnos la fiesta, los médicos insisten ahora en que la obesidad, lejos de revelar vigor, es el origen o condición previa de todas las enfermedades imaginables.

Sorprende en cualquier caso que el progresivo engorde de los ciudadanos de este reino haya coincidido con un cierto abandono de la contundente dieta atlántica a favor de los productos bajos en calorías. Allá por los años ya algo remotos de la Galicia rural, el régimen alimenticio gallego consistía en un desayuno de tocino con aguardiente seguido por varios platos con abundante carga de cerdo, grelos, patatas y garbanzos. Milagrosamente, las gentes de entonces sobrevivieron a esa montaña diaria de colesterol
, alcohol y triglicéridos e incluso alcanzaron notable longevidad, según demuestra el alto grado de envejecimiento de este país.

Cierto es que por aquel entonces la costumbre era trabajar en el campo desde la salida a la puesta del sol, lo que facilitaba grandemente la combustión del exceso de calorías ingeridas. Ahora se come algo menos, pero ya no hacemos
ejercicio detrás del arado: y acaso esté ahí la explicación a nuestra súbita gordura.

A los vecinos del mítico país de "Barriga Verde" siempre nos quedará, eso sí, el consuelo de haber alcanzado ya el mismo peso –físico, aunque no económico– de la riquísima Norteamérica. Lugar de muchas magias y prodigios, Galicia engorda kilos sin ganar peso en el concierto de las autonomías peninsulares. A ver cómo explican esto los dietistas.

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