martes, febrero 16, 2010

Claro como el agua

Escrito por Laura Espinar


Aunque sería injusto tildar de neutral lo publicado: no conozco medios de comunicación que lo sean, bastante tienen con tratar de ser objetivos, o si lo prefieren, honrados y coherentes con lo que realmente creen. Si el bárbaro de Millán Astray sacaba la pistola cuando oía hablar de cultura, yo desconfío del periodista que presume de “neutral” o de “imparcial” como sí, tocado por el dedo de la omnisciencia divina, fuese capaz de aislarse totalmente de sus creencias y convicciones intelectuales. Quizá por eso me ha gustado el tratamiento periodístico al que aludo. El diario presume de ser de izquierdas y se nota en el tono: en ningún momento defiende esa tropelía.

No estoy seguro; pero creo que fue concebido por la República, con el resto de proyectos de las obras hidráulicas que, como el Plan Badajoz, fueron rematadas malamente por Franco. Y si digo “malamente”, es porque no solo no fueron un modelo de gestión constructiva –no es momento de recordar algunas tragedias-, sino por errores conceptuales, como el “sisar” del presupuesto para construir viviendas de recreo para gentes importantes, aunque en muchos pantanos algunos técnicos foráneos buscasen inútilmente turbinas para generación eléctrica. Pero lo que se piensa en los años treinta, puede resultar erróneo ochenta años después: han cambiado las magnitudes demográficas enormemente, agravadas por un consumo hídrico mayor por persona e, e incluso, magnitudes físicas como reducción de caudales, o avances tecnológicos tan definitivos como la desalación del agua marina.

Es vergonzoso que, todavía, se hable de la conveniencia del trasvase por razones económicas, como he oído y leído a gentes conservadoras y hasta a personas progresistas a los que se ha engañado con un razonamiento cruel, a fuerza de ser injusto: el agua que en Castilla-La Mancha solo puede regar cultivos de poco precio, en la feraz huerta levantina se puede convertir en oro líquido. Es posible que ese criterio economicista pudiera tener valor hace casi un siglo; pero, si lo mantenemos, yo propongo soluciones semejantes para situaciones análogas. Por ejemplo: se podía pensar en cobrar contribuciones solo a los pobres y darles el dinero recaudado a los ricos, porque el pobre se gasta el dinero en comida, algún trajecillo, o, como mucho, un automóvil o un “pisete”. Pero no hará inversiones productivas, como las que hace el capitalista, el empresario, o, como se dice ahora para mejorar la imagen capitalista, el “emprendedor”: hay que enriquecer al rico, mejorar la agricultura del que cosecha abundantemente y quitar el agua al que la tiene para regalársela al que, a fuerza de disfrutarla, ha convertido sus otrora ríos en pestilentes arroyuelos.

Y ahora ya, ni siquiera, para regar; la quieren para dotar de agua a millonarias urbanizaciones en torno a verdes campos de golf en medio de los desiertos valencianos, murcianos o almerienses. Eso es un desarrollo que nadie debe osar entorpecer; aunque no sea sostenible… y que no se quejen los manchegos porque, si somos buenos, podremos ir tras su expropiada agua como lo que siempre hemos sido: inmigrantes en esas tierras, dedicados a desempeñar los oficios más humildes. Cierto que la Unión Europea está en contra de los trasvases, aunque el fabuloso –por lo que fabula- Aznar prometiese un Plan Hidrológico Nacional financiado por ella; pero la derecha no deja de acariciar la idea: empobrecer más a los pobres, enriquecer más a los ricos, y no solo con urbanizaciones de dudosa venta, sino prolongando, con la ejecución del PHN, la orgía del cemento.

Para esquilmarnos nuestra escasa agua, se han inventado un bonito y falaz eslogan: “Agua para todos”; aunque para ello, tengan que desviar “contra natura” la escasa agua que corre por lo que los árabes, expertos en desiertos y aprovechamientos hídricos, bautizaron como “Manxa” o tierra seca, o por los campos de la comarca de la “Sagra”, Sáhara o desierto. No hay agua para todos si no se desala la del mar… y nosotros no tenemos.

El PP apoya a las demandas levantinas. Por cantidad de votos en juego, le interesa, y como filosofía de proteger al rico, le gusta. Todo es explicable, menos el apoyo de algunos parlamentarios del PSOE que anteponen su patria chica a la justicia social, y es que no siempre se acierta a la hora de militar en un partido.

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