martes, febrero 16, 2010

Las recomendaciones que Jaime Rosenthal hizo en 2008

El día 8 de diciembre del 2008 en este mismo matutino publicamos el discurso pronunciado por el ingeniero Jaime Rosenthal Oliva en la Asociación Hondureña de Instituciones Bancarias al recibir el premio “Banquero de Generaciones”.

Repetimos la publicación pues ha transcurrido más de un año y de haber tomado en cuenta las recomendaciones aquí planteadas, la crisis hubiera tenido un costo sustancialmente menor.

En un cálculo realizado por nuestro departamento de Estudios Económicos, aun cuando nos falta información, hemos establecido que Honduras perdió entre la crisis política y la crisis financiera la cantidad de $450 millones (L.9,000 millones) de su Producto Interno Bruto, por la falta de financiamiento de las instituciones multilaterales de crédito y la falta de ayuda externa, entre todos los hondureños, incluyendo los culpables y los no culpables”.

A continuación el discurso del ingeniero Jaime Rosenthal Oliva leído ante el reconocimiento de “BANQUERO DE GENERACIONES” otorgado por la Ahiba en diciembre del 2008:

“La crisis y la depresión económica que actualmente agobia al mundo, es comparable únicamente –se dice- a la crisis de los años 30’s, que dio origen a la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial y a la famosa “Reforma de Bretton Woods”, que creó el Fondo Monetario Internacional y supuestamente sirvió de base para el sistema monetario y bancario que ha guiado al mundo por muchos años de prosperidad.

Esta crisis tiene su origen precisamente en el sistema financiero mundial que, por diferentes razones –principalmente los excesos cometidos por los grandes bancos– ha causado un problema de iliquidez y un aumento de intereses que ha puesto al sistema financiero mundial de rodillas y al mundo entero en una recesión, aún sin poder ser controlada y que está causando un enorme desempleo en todos los sectores y países, pero más notorio en la reducción de empleados que está dándose en los grandes bancos y empresas internacionales.

Es mi opinión que, en virtud de los nuevos conocimientos adquiridos y de las tecnologías modernas, los bancos centrales de los grandes países evitarán que esta crisis tenga la duración y la profundidad de la de los años 30’s.

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La fortaleza de los países europeos con su moneda común –el euro– la inmensidad de la economía de los Estados Unidos y las potencias económicas asiáticas como Japón, China, Corea y Singapur, lo mismo que los países emergentes de América y de otras latitudes, tomarán las medidas adecuadas no solamente para enfrentar la crisis sino también para superarla en menor tiempo.

Es preocupante, sin embargo, que las medidas tomadas por la gran mayoría de los bancos centrales del mundo, incluyendo a Rusia, no han podido devolver la confianza que el sistema económico mundial necesita. La base fundamental de la economía es la confianza y esto es especialmente cierto cuando se trata de bancos u otras instituciones financieras. En el momento actual el factor confianza es el principal contribuyente a la continua profundización de la crisis.

En el mundo entero, y especialmente en los Estados Unidos, entran en situaciones de quiebra, o muy cercanas a la quiebra, bancos centenarios, fábricas de automóviles que hace cinco años se creían imposibles de quebrar. Deja de existir un sistema de banca de inversión que por muchos años fue motor de crecimiento. Las mayores aseguradoras del mundo están en problemas y más de $17 trillones (de dólares) se han esfumado en el mercado de los Estados Unidos.

La gente me pregunta qué se ha hecho este dinero, pues existe la creencia de que lo que alguien pierde otro lo tiene que ganar. La verdad es que la riqueza se construye, pero así como se construye también puede destruirse. Si ustedes se ponen a escribir $17 trillones (de dólares) perdidos en la Bolsa de Nueva York, se encontrarán con que no les caben los ceros en la computadora o en la página de papel, y eso que se trata de trillones de dólares estadounidenses que son mucho menos que los trillones en el sistema métrico.

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Cuando a mí me tocó estudiar ingeniería y economía con el profesor Paul Samuelson, en el Massachusetts Institute of Technology, aprendí que es más fácil ser historiador que economista, pues el historiador escribe sobre lo que sucedió y el economista quiere predecir lo que va a suceder. El profesor Samuelson creía en la economía básica y en los tiempos en que yo estudié todavía no se habían inventado los modernos sistemas financieros en los cuales el que genera un préstamo se lo vende a otro, lo cambian de moneda, predicen el futuro del costo del dinero y terminan trasladando el riesgo a inversionistas de diferente tamaño de todo el mundo, quienes al final son los grandes perdedores, pues los banqueros ganan enormes sueldos y grandes bonificaciones y olvidan las reglas básicas de lo que debe ser un banquero.

En la actualidad otro profesor del Massachusetts Institute of Technology, Simon Johnson, ha creado un portal para compartir opiniones e informar, vía el sistema de internet, sobre “qué sucedió a la economía global y qué podemos hacer acerca de ello”. Pero no hay duda de que el sistema de supervisión financiera y bancaria fracasó, al igual que las teorías de gobierno corporativo y las teorías de seguridad bancaria con el sistema de análisis basado en riesgo en gobiernos corporativos y una gran cantidad de técnicos dedicados a predecir un futuro ciertamente impredecible.

En la forma en que se ha desarrollado la economía, en donde los bancos son más grandes que los gobiernos y la globalización ha permitido que los banqueros ya no conozcan a sus clientes, empieza un problema como el actual. Y aun cuando se inyectan billones y billones de dólares en las diferentes economías para evitarlo, el problema continúa profundizándose.

En mi opinión lo que realmente ha pasado es que en el mundo hay un exceso de avaricia y las empresas, especialmente en los Estados Unidos, quieren mostrar grandes utilidades para que quienes dirigen las empresas obtengan grandes beneficios y enormes bonificaciones y salarios. La ganancia no se hace en las operaciones y los inversionistas ya no ganan en los dividendos, pues la utilidad se hace en la especulación, en el valor de las acciones y en otras operaciones financieras modernas con diferentes letras del alfabeto, hasta el punto de que ya se están terminando las letras. El resultado real es que ya nadie quiere ser agricultor o productor.

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Todo el mundo quiere dedicarse a especular con futuros, con intercambio de monedas, devaluaciones y otras actividades que, aun cuando crean riqueza, no siempre crean prosperidad.

Los banqueros de mi generación y el sistema que queremos transmitir a los que nos seguirán en el futuro, es un sistema bancario con sentimiento humano donde el que tiene un problema que no ha sido por su culpa, puede ser refinanciado sin tirar el préstamo al saldo incobrable. Los bancos no quiebran por morosidad, quiebran por las devaluaciones o por las catástrofes naturales que crean iliquidez y que hacen que los intereses se vuelvan tan altos que los sectores productivos no los pueden pagar.

Creo que un buen banquero es el que aprende a diferenciar entre quién no le paga porque no quiere o porque gastó su dinero en lugar de invertirlo y hacerlo producir y el que no puede pagarle por problemas momentáneos superables.

Soy un banquero que cree en la modernización de los sistemas de cómputo y de control, que considera que la tarjeta de crédito es un servicio que deben otorgar los bancos, pero que los bancos no deben dedicarse únicamente a las tarjetas de crédito, a pesar de que dan mucha más utilidad. La tarjeta de crédito es muy buena como un medio de pago, pero no es buena para quien la usa en forma abusiva y gasta más de lo que puede pagar, a veces por incentivo de los mismos bancos.

Creo que la función primordial de los bancos es financiar al pequeño y mediano empresario dedicado al trabajo y con iniciativa, lo mismo que a los grandes empresarios con calificación de riesgo, pero no a los que fraccionan sus empresas para que cuando quiebre una de ellas, el que pierda sea el banco, mientras el inversionista tiene diversificada su inversión y queda con dinero.

En un momento crucial para la economía mundial, que sin lugar a dudas afectará también a la economía hondureña, a pesar de que aquí no se han cometido los mismos excesos, la ocasión es oportuna para dedicar el tiempo no sólo a ser historiador y comentar lo sucedido sino también ser banquero y recomendar lo que debemos hacer para que la crisis que agobia al mundo sea para nosotros menos severa.

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Entiendo que ya empezaron los despidos en el sector de la maquila. Las exportaciones de maquila van a reducirse, por lo que necesitarán menos empleados.

Los obreros desempleados deben casas, tarjetas de crédito, y, algunos, carros, que ya no podrán pagar. La morosidad en los bancos aumentará.

En el sector cafetero el precio se ha reducido de $150.00 (dólares) a $110.00 (dólares) por quintal. Esto significa $200 millones (de dólares) menos para Honduras y para los bancos hondureños, puesto que los bancos extranjeros generalmente no prestan a los agricultores.

También se ha reducido el precio del aceite de palma africana y de la carne. Para compensar lo anterior, el precio del trigo, del maíz industrial para pollos ha bajado, y, principalmente, el combustible reducido su precio en más de 60%. Creo que las remesas de nuestros expatriados van a continuar igual, pero el movimiento de capitales para invertir en el país va a reducirse y muchas de las empresas que obtenían sus préstamos en el exterior ahora lo tratan de obtener y lo obtienen en Honduras.

Es urgente enfrentar la crisis antes de que se profundice.

Creo que el Banco Central de Honduras debe repatriar entre $100 y $200 millones de sus divisas u obtenerlos en préstamo para facilitarlos a los bancos hondureños y darles liquidez. El préstamo debe ser únicamente a los bancos con capital hondureño de 90% o más, que no pueden obtener fondos en los mercados de capital.

Los bancos transnacionales tienen acceso a líneas similares que está otorgando el Federal Reserve Board de los Estados Unidos, el Bank of England, el Banco Central Europeo, el Banco Central de Japón, el Banco Central de Corea, el Banco Central de Rusia, el Banco Central de El Salvador, el Banco Central de Guatemala, el Banco Central de México, el Banco Central de Brasil, etcétera. Sin embargo, soy partidario de promover el establecimiento de más bancos extranjeros en Honduras que traigan capital del exterior a Honduras y promover la inversión extranjera de largo plazo.

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El préstamo del Banco Central de Honduras debe ser en proporción al patrimonio de los bancos hondureños que califiquen, y debe ser totalmente transparente, por una cantidad no mayor al 50% de su patrimonio. El interés del préstamo debe ser de 6% para no subsidiar a los bancos y que, a su vez, el Banco Central de Honduras obtenga un interés mayor del que está pagando en el exterior. El plazo del préstamo debe ser a tres años plazo y, a partir de esa fecha, deben subir los intereses que se le cobra, en caso de que no haya pagado o no lo hubiere prestado a actividades altamente productivas en el país.

Fosede debe garantizar los depósitos que se realicen en los bancos hondureños con un límite mucho mayor ($200,000.00 dólares) para fortalecer la confianza del público en los depósitos en los bancos hondureños. Con esta medida es posible que retornen algunos depósitos actualmente en el extranjero, en vista de que los bancos extranjeros en este momento no tienen la confianza del público.
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Los institutos de previsión deben depositar sus recursos únicamente en los bancos hondureños, a plazos de un año a dieciocho meses para evitar la rápida inflación en los costos y para que la banca pueda otorgar préstamos a mayores plazos.

El gobierno no debe seguir quitándole fondos a los institutos de previsión.

El gobierno debe inyectar en Banhprovi fondos provenientes de Petrocaribe y de la Alba o de cualquier otra fuente para redescontar préstamos al sector productivo y principalmente en el de la vivienda.

Se debe permitir a los bancos refinanciar préstamos al sector productivo y al sector de la vivienda para evitar remates innecesarios, pero sin obligar a los bancos a hacer reservas por estos créditos.

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La Comisión Nacional de Banca y Seguros, CNBS, debe tener un monitoreo permanente sobre el sistema bancario para rescatar a cualquier banco que tenga problemas, con la ayuda de los otros bancos y del Banco Central de Honduras.

El Presidente, como lo ha hecho hasta hoy, no debe permitir una devaluación, aunque pretendan presionarlo disimulándolo como deslizamiento. La devaluación aumenta los costos de los fertilizantes, de los tractores –por ejemplo– y reduce el Impuesto Sobre la Renta a los ricos que deben en dólares, pero aumenta los impuestos a los pobres que deben en lempiras. Eleva el precio del pan, igual que el del whisky, y aumenta el precio del tractor y del fertilizante, igual que el del carro de lujo o el de las medicinas para los niños.

Debe disuadirse el consumo aumentando los impuestos selectivos sobre ventas a los artículos suntuarios. Esto tendría el mismo efecto de una devaluación, pero únicamente afectaría a los ricos y sin castigar a los pobres.

El aumento de los impuestos sobre los artículos suntuarios de consumo de los ricos ostentosos y lo que se pueda generar con un impuesto al combustible debe reinvertirse rápidamente en proyectos de obras públicas que utilicen mano de obra para compensar el desempleo que habrá en la maquila, en la construcción y en las exportaciones.

Los proyectos que debe realizar el gobierno son el empedrado de las calles en todos los pueblos de Honduras, mediante contratos rápidos otorgados por la Presidencia la República, vía el FHIS, y otros proyectos de obras públicas como construcción de escuelas, sistemas de agua potable y alcantarillado, vivienda, caminos de penetración, carreteras, escuelas, represas hidroeléctricas, para utilizar mano de obra y promover el crecimiento económico. En China están invirtiendo $586 billones (de dólares) en construir carreteras con el mismo propósito.

Todos los fondos que otorgue el gobierno, vía préstamo u otros, deben estar condicionados a que no deben de usarse para pagos de tarjetas de crédito, para el financiamiento de vehículos, excepto vehículos de trabajo o tractores, viajes u otros caprichos de gente acomodada.

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Estas son medidas de emergencia para el día de hoy. Debemos tomar otras medidas importantes a más largo plazo.
Mi opinión personal es que la crisis está y es mundial. Hasta este momento no ha podido superarla ni Estados Unidos ni los países europeos. Las pérdidas son enormes y el consumo de los países ricos, que es el motor que mueve al mundo, se está reduciendo.
La cantidad de hondureños que podrán viajar a los Estados Unidos en busca de trabajo, será menor. Sin embargo, creo que los que ya están en Estados Unidos no vendrán de regreso y que las remesas se mantendrán más o menos estables.

En Honduras la crisis afecta menos porque no existen inversiones accionarias en gran escala y tampoco hay inversiones en instrumentos financieros que actualmente son los más golpeados. Pero hay crisis global y no hay dudas de que seremos afectados.

Al finalizar este somero panorama de nuestra perspectiva económica y de lo que –a mi juicio– debe hacerse para hacer frente al impacto adverso de la recesión económica global –dicho todo esto con el noble propósito de procurar el bien de nuestra patria y de quienes formamos la nación hondureña– quiero reiterar mi profundo agradecimiento y el de mi familia a la Asociación Hondureña de Instituciones Bancarias (Ahiba), Capítulo Nor-Occidental, por el galardón “Banquero de Generaciones” que aquí se me entrega, y que es un homenaje que me llena de orgullo, pero al mismo tiempo reafirma mi compromiso, como banquero, servir a nuestra amada Honduras.

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