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Salud y Bienestar
el licenciado en Psicología Octavio Filipuzzi.
Por temprana suele considerarse antes de los 10 años de edad. Algunos de los campos más comunes de los niños prodigios son las matemáticas, el ajedrez, las artes visuales y la música, aunque pueden darse también en muchas otras áreas.
En diálogo con este suplemento, Filipuzzi destacó que “habría que hacer una distinción: se habla de niños prodigio o superdotados, pero en realidad, la Organización mundial de la salud (OMS), considera superdotado como aquella persona que en los tests de inteligencia general puntúa por encima del cociente intelectual 130, según la escala de Binet. Para tener un criterio, la mayoría de la población oscila entre un 90 y 110 en la escala de puntuación; cuando se superan estos porcentajes se habla de un chico con estas características”.
En la antigua China ya se realizaban pruebas de aptitud para desempeñar trabajos de élite pero fue a finales del siglo XIX cuando Alfred Binet, psicólogo francés, empezó a elaborar los primeros test de inteligencia. El objetivo de estas pruebas era identificar a chicos y chicas con problemas escolares para ayudarlos.
Los primeros años del siglo XX sirvieron para que los americanos conocieran la existencia de estos test, los adaptaran y mejoraran. Entre la segunda y tercera década las pruebas que medían el coeficiente intelectual tuvieron mucho éxito. Esta cifra se obtiene de dividir la edad mental entre la cronológica y multiplicar por 100, de tal manera que, el que obtenga la cifra de 100 se le supone una inteligencia normal para su edad, por encima, superior, y por debajo de la centena inferior.
Para Filipuzzi, “no es sólo una cuestión intelectual. En estos chicos se produce un desfasaje entre su edad mental y su edad cronológica. Esta circunstancia produce algunos inconvenientes cuando no se atienden sus necesidades a través de la estimulación, o lamentablemente en nuestro sistema educativo, que no les estimula la inteligencia”.
Actualmente se sabe que la inteligencia no es sólo una cuestión genética sino que un gran porcentaje corresponde a lo que se aprende, a la cultura y a la estimulación que los padres brindan a los niños. “Antes, las teorías más biologicistas consideraban que la inteligencia era netamente heredada, pero hoy se le da importancia a los factores, sociales, culturales y ambientales”.
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El papel de los padres
Los padres constituyen una pieza clave en el proceso de identificación del niño superdotado ya que cuentan con mucha información sobre su hijo. Estos niños tienen un alto grado de dependencia con sus progenitores porque a lo largo de su vida deberán enfrentarse a situaciones difíciles ya que la inusual curiosidad intelectual les expone a todo tipo de información que muchas veces puede desorientar o desestabilizar su equilibrio emocional.
“En la escuela, el chico puede encontrarse con que sus compañeros lo rechazan, lo califican como raro porque aprende rápidamente y luego se aburre. El niño superdotado no sabe cómo manejar este tipo de situaciones, se encuentra indefenso y, lejos de comunicárselo a sus padres o profesores, se calla y se aísla”.
Los padres deben prevenir estas situaciones y para ello hay que explicarles la situación. Normalmente, cuando los padres se enteran de que su hijo es superdotado suelen reaccionar de dos formas: o se sienten entusiasmados e intentan programar numerosas actividades adicionales, clases, tutores particulares para que desarrolle todo su potencial intelectual; o bien intentan esconder esta condición excepcional para protegerlo de los problemas que puedan aparecer.
Este tipo de niños -con altas habilidades cognitivas- tienen características especiales que varían en función de sus diferencias individuales. Tampoco hay que olvidar que el chico superdotado es un niño y que a nivel emocional necesita atención, mimos y afecto. “Los padres deben hacer las consultas pertinentes para no asustarse en el caso que su hijo sea un superdotado: lo importante estimularlo, pero a la vez contenerlo”.
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