martes, febrero 16, 2010
El pozo de los deseos reprimidos
Telenovelas diferentes
El pozo de los deseos reprimidos
Álvaro Cueva
Sigo pensando que las telenovelas son maravillosas. Lo que pasa es que en México ya se nos olvidó cómo se hacen y a las pruebas me remito. Tome nota.
¡Hasta nunca, “amo”!
Hoy termina “Camaleones”, la telenovela de las 18:00 horas de El Canal de las Estrellas y yo estoy furioso con esta producción de Rosy Ocampo (“La fea más bella”).
Y no, no es porque no se haya convertido en un cañonazo de “rating” tipo “Hasta que el dinero nos separe” o en un fenómeno político como “Destilando amor”.
Es porque Rosy Ocampo, una de las pocas ejecutivas de toda Televisa que tiene el poder de producir telenovelas originales, desaprovechó la oportunidad que la vida le dio con este título para inventar una inmensa historia de amor y acabó haciendo un melodrama tan absurdo que justifica la producción de refritos como “Corazón salvaje” y la de importaciones como “Atrévete a soñar”.
“Camaleones” es una apología del delito, una telenovela que nos invita a desobedecer a las autoridades, un concepto más famoso por los escándalos personales de Belinda, su protagonista, que por los temas musicales del pésimo grupo que sus responsables se sacaron de la manga para taparle el ojo al macho y tratar de vender aunque fueran presentaciones personales.
¿Cuál es la historia? Un chavo y una chava son obligados por un tipo cuya identidad desconocen a cometer toda clase de robos. Gracias a la delincuencia, ambos se enamoran y se involucran con los alumnos y los trabajadores de un colegio misterioso.
Sí, es un plagio de 25 mil películas y series. La bronca es que estamos hablando de una telenovela, no de una película o de una serie y, por lo mismo, nunca funcionó.
Y si a esto le sumamos un reparto rarísimo que lo mismo incluye a figurones internacionales como Edith González que a enemil niños desconocidos, ¡caray!, qué telenovela tan más rara.
“Camaleones” siempre fue oscura, no había manera de que alguien se identificara con algo y toda la parte del villano que obligaba a sus protagonistas a delinquir estaba tan mal hecha que daba risa.
Yo veía a ese señor al que apodaban “el amo” y sentía que estaba viendo una versión ranchera del Ecoloco en una escenografía como de “El circo de Capulina” sólo que a más de 30 años de distancia.
¿Usted se emocionó el miércoles pasado cuando se descubrió la verdadera identidad de este personaje? ¡Por favor! ¿Así o más chafa?
El caso es que aquí hay un tema para reflexionar. No se pierda esta tarde el final de “Camaleones”. Las cosas no se pueden poner peor. ¿O sí?
¿Dónde está? ¡Dónde!
Los miércoles a las 21:00 por el canal MultiCinema, que se puede ver en todo el país por diferentes sistemas de televisión de paga, se está transmitiendo una obra maestra de la telenovela latinoamericana.
Se llama “¿Dónde está Elisa?” y usted, como yo, cuando la vea no va a dar crédito de lo buenísima que está, de lo emocionante que es ni de lo diferente que luce respecto a las producciones que estamos haciendo en México.
Es una telenovela chilena de primer nivel con puros actores desconocidos para la mayoría del gran público mexicano pero con una historia fascinante, unos escenarios preciosos y un sentido del suspenso como para ponerse de pie y aplaudirle a quienes se metieron en esta aventura que conmocionó a su público mientras se transmitió por allá.
¿De qué trata? De una familia que lo tiene todo: amor, dinero, belleza y poder, y que un buen día, después de festejar el cumpleaños del papá, un joven empresario, conoce el terror.
Elisa, la hija adolescente de este señor, se va a un antro con sus primos y desaparece. Nadie sabe si huyó, la secuestraron, la mataron o qué.
Y esto genera una búsqueda impresionante tanto por el lado de la familia como por el lado de la policía, que se va complicando en cuestión de minutos.
Los padres se preguntan qué hicieron mal, los primos ocultan secretos terribles, los tíos no cantan mal las rancheras, los niños están desesperados, aparecen enemigos de la nada y la policía se quiere volver loca.
Y participan los medios de comunicación, e intervienen los celulares, y algo pasa en Facebook, y aparece ropa en la playa, y se descubre algo en el baño de una estación de gasolina.
¡Tremenda! Yo, desde “La mujer del presidente” que no veía una telenovela de este tipo tan adictiva, tan creíble y tan bien hecha.
Lo mejor de todo es que la parte moral está cuidada al detalle y que mientras uno la ve se cuestiona cosas que van desde la comunicación entre padres e hijos, hasta el permiso para ir a los antros.
Y es un tipo de telenovela muy libre donde hay sexo, desnudos y groserías, donde comprobamos que “Los ricos también lloran” y donde hasta aprendemos de investigaciones policíacas.
Si usted ama las telenovelas, luche por ver esta joya. Como acaba de empezar, está a tiempo para entenderla y adorarla. De veras que sí.
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