Con la psiconeuroinmunología, que consiste en el abordaje psicológico, conductual o psicosocial, las personas pueden obtener beneficios en el sistema inmunológico y en la forma de hacer frente a las patologías.
Existe mucha literatura sobre cómo la manera de afrontar el estrés, el estado anímico, la intervención psicológica o la psicoterapia, inciden de forma directa sobre la evolución e incluso la supervivencia de pacientes con enfermedades graves. Según Tomás Álvaro, jefe del Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Virgen de la Cinta, de Tortosa, esa es una demostración palpable de que "el ser humano no es solamente su cuerpo, sino un yo integral, compuesto también por pensamientos y emociones". Y esa visión se entronca directamente con la psiconeuroinmunología, que parte de la premisa de que un abordaje psicológico, conductual o psicosocial de las personas puede tener efectos sobre su sistema inmune y, por extensión, sobre su forma de predisponerse, afrontar o combatir las enfermedades.
Álvaro, que ha impartido un taller-conferencia en el área de Salud Mental del Consorcio Hospitalario de Castellón, ha explicado que "las diversas formas de estrés, enfermedades o situaciones producen diferentes efectos hormonales y sobre la función inmune, pero también varias respuestas por parte de ésta".
Gracias a ello, "se puede considerar que el rasgo inmune de cada persona es una especie de carné de identidad elaborado con todas las experiencias de la vida y la forma de responder a las situaciones".
Aunque esta visión choca con el determinismo genético, la realidad es que "sabemos que los mecanismos de tipo psicológico son capaces de afectar a los procesos de reparación o destrucción del ADN dañado", sin olvidar que los factores de riesgo social regulan la expresión génica de los leucocitos o las variables sociales que están asociadas a cambios en el factor de necrosis tumoral alfa.
Ejercicios simples
El sistema inmune es capaz de responder a una serie de mecanismos que lo modulan, como el comportamiento, la actitud o la intención. A modo de ejemplo, ha señalado, que "con un simple ejercicio y en pocos minutos, somos capaces de modificar los niveles de inmunoglobulinas y el cortisol en saliva".
Tras unos momentos de relajación y unas cuantas respiraciones abdominales, "la persona debe traer a su imaginación a una persona querida o rememorar un momento feliz, por ejemplo". Esta acción "tiene resultados inmediatos en los niveles".
Para corroborar esta visión, ha recordado otro experimento realizado con una pareja: "Se les preparó un diálogo pequeño con tres temas -agradable, desagradable y neutral- y, mientras lo representaban, se les hicieron extracciones de sangre para comparar los niveles de subpoblaciones linfocitarias que iban vertiendo en el flujo sanguíneo. Y se apreció una correspondencia absoluta y cambios de niveles sobre la marcha". Según Álvaro, es la mejor demostración de que nuestro sistema inmune está vivo y responde en el acto a lo que nos pasa.
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