lunes, noviembre 10, 2008

Disfrutando del Sonido/ Yesterday


Paul McCartney un buen día, o más bien en un buen amanecer, se levantó de la cama donde dormía en la casa de su novia Jane Asher, fue directamente al piano porque entre sueños tenía una melodía en su mente que sentía que debía ser grabada antes de que se le fuera la tonada de esa melodía de su cabeza; puso a grabar su cinta de carrete y empezó a tocar, o más bien dicho a componer Yesterday.

El joven McCartney tenía la seguridad que esa tonada, tan melancólica y fuerte a la vez, de seguro no había nacido en su mente por generación espontánea, que el ya la había escuchado, probablemente en uno de los discos de jazz o de música de banda que su papa ponía en la casa cuando el era niño.

Se sentía culpable, así que McCartney se puso a indagar si la tonada con la que amaneció aquella mañana no le pertenecía a alguna canción y por ende a algún compositor, y al darse cuenta de que en efecto, la tonada jamás había sido compuesta por nadie, sencillamente no lo podía creer.

Se la presentó a George Martin, que al escucharla supo que tal melodía sólo quedaba pulirla y, obviamente escribir la letra. Para el resto de The Beatles esa tonadita que le gustaba tocar a Paul era como su especie de baladita ñoña a la cual no se atrevía a ponerle letra.

El mismo McCartney sabía que esta pieza sería motivo de bromas entre sus compañeros, y el mismo, un tanto por vergüenza y otro por indecisión, empezó a jugar componiendo una letra infantil y simplona para esa balada que había amanecido un día en su mente, nombrando a la canción: “Scrambled Eggs” (huevos revueltos), así que ya se imaginaran la letra.

A George Martin no le gustó la bromita, la pieza que el sabía era una joya no podía quedar sin grabar, así que a McCartney no le quedó más remedio que ponerse serio con una melodía que él también sabía que era una joya y que ya llevaba más de un año en la congeladora.

El resultado trajo consigo una letra valiente, de amor filial, pero también del amor de un niño que a los 14 años perdió a su madre víctima de una enfermedad llamada Cáncer y que nueve años después, él aún no podía digerir.

A pesar de ser quien es, Paul McCartney manifestaba sentir que no era ni la mitad del hombre que solía ser, que sólo creía en el ayer, en donde manifestaba que en tiempo pasado el amor era un juego fácil de jugar, (¿por qué tuvo ella que partir?).

La canción estaba lista, sólo había que acomodarle el bajo, las guitarras, la batería “¿para que?” se pregunta George Martin, “esta canción es perfecta Paul, sólo déjame a mí el resto”, y el maestro Martin aportó un sublime y adecuado cuarteto de cuerdas. Cuando George Harrison, un poco en broma, presenta a Paul McCartney en el Show de Ed Sullivan, (no solamente habían tocado en este programa de variedades en febrero del 64) para que interpretara una nueva canción, la audiencia se percata que era solamente Paul, una guitarra y el escenario, empezando a tocar los acordes de lo que parecía una balada, completamente solo, sin sus compañeros.

Dos minutos después el público, y el mundo entero, sabían que The Beatles eran inmortales, que jamás dejarían de sacar buenas canciones, al contrario, que podían ser mejores, y que no sólo como banda, sino como seres individuales, eran unos monstruos geniales, o por lo menos Paul McCartney acababa de demostrar serlo.

No hay comentarios: