sábado, septiembre 13, 2008

Ser un practicante de Falun Gong

Leeshai Lemish, practicante de Falun Gong

La historia de Leeshai Lemish, practicante de Falun Gong

Me hubiera reído hace diez años si me decían que mi búsqueda de una práctica de meditación me llevaría a la lista negra de Beijing.

En ese momento yo era un atleta con más voluntad que talento. Mi fascinación con el lado mental de los deportes y mi exploración en tratamientos alternativos por una lesión en mi espalda me llevaron a introducirme en técnicas de visualización, yoga y tai chi. Luego mi búsqueda viró a las prácticas budistas: un retiro Vipassana por aquí, sesiones en un centro Zen por allá.

Falun Dafa, o Falun Gong, fue una de las disciplinas que experimenté, solo que al principio la dejé de lado. Aprecié su sistema holístico para la mente y el cuerpo, me cayeron bien los practicantes porque eran amistosos y sociables, y además las enseñanzas eran siempre gratuitas, pero me pareció demasiado exigente el énfasis en descartar todos los apegos; y yo quería conservar algunos. “Volveré a esto luego”, pensé, “después de divertirme un poco”.

Pero un incidente trivial me trajo de vuelta a Falun Dafa. Una noche estaba discutiendo acaloradamente con mi padre, hasta que sugerí parar un poco. Sentado en el suelo, traté de lograr un mejor estado mental: «Ok, ¿qué debo hacer? Bueno, este libro de Falun Dafa dice que debemos actuar con Verdad, Benevolencia y Tolerancia. Quizás estoy actuando con sinceridad, pero no estoy siendo muy tolerante ni compasivo. Voy a tratar de mantener en mente estos principios». Regresé a la cocina y en un minuto nos estábamos abrazando. Poco después, entré a Internet y encontré el contacto de un practicante de Falun Dafa voluntario en mi ciudad.

Cultivación diaria

Falun Dafa es practicado gratuitamente en los parques de más de 80 países.

No mucho antes, había solicitado la ordenación en un remoto templo budista. Pero en cambio, con Falun Dafa encontré una forma de cultivarme concretamente hacia la perfección espiritual, pero en la vida cotidiana del mundo secular.

Ese equilibrio es a la vez desafiante y gratificante. Todas las cosas a las que estamos profundamente apegados –lo que deseamos y lo que nos molesta– están justo enfrente nuestro. Desde avisos con desnudos a colegas difíciles de aguantar, todas son pruebas diarias que surgen para ver si podemos cortar las cuerdas de los apegos y las emociones que tiran de nuestros corazones. Mientras trabajamos y formamos una familia, buscamos abandonar el egoísmo y orientar nuestros corazones hacia un bien mayor. Nos esforzamos por tomar las dificultades que aparecen como oportunidades para crecer espiritualmente.

Normalmente (como antes de que la persecución comenzara en China), solo hay dos diferencias evidentes entre las vidas de los practicantes de Falun Gong y los demás.

En primer lugar, hacemos cuatro ejercicios, que se asemejan al tai chi, y una meditación. Cuando consigo levantarme a la mañana para hacer los ejercicios, me siento más liviano, con energía y con mayor claridad mental.

Al igual que en la medicina china, creemos que la energía del cuerpo puede ser transformada y refinada de formas que no podemos ver. Aunque el efecto sí es percibirle, por ejemplo, como un calor.

En segundo lugar, estudiamos periódicamente las enseñanzas del Maestro Li Hongzhi, el fundador de Falun Dafa. Podemos leer un capítulo en la hora del almuerzo o escuchar en el subte una conferencia en nuestros MP3. A veces, nos reunimos para compartir entendimientos de las enseñanzas y sobre cómo aplicarlas a nuestra vida cotidiana, disfrutando de la iluminación a nuevos conocimientos espirituales.

Camino de regreso

En algunos países, como Taiwán, Japón, Singapur, Australia, Suecia, Alemania, EEUU y Canadá, hay Escuelas Minghui, basadas en los principios de Falun Dafa, Verdad-Benevolencia-Tolerancia. Allí los niños aprenden chino, cultura e historia china, y valores tradicionales. También se dictan cursos para adultos.

Tal como yo lo entiendo, estas enseñanzas llevan a entender que tenemos que “mirar adentro” y encontrar nuestras propias deficiencias en vez de culpar a otros. También nos ayudan a apreciar las relaciones predestinadas y nos recuerdan lo fugaz de la vida y nuestro objetivo final de iluminarnos en ella.

Cosmológicamente, yo diría que creemos que los seres humanos han descendido al mundo desde reinos mucho más puros. Podemos regresar a estos Cielos, los verdaderos hogares de nuestras almas, elevando nuestro carácter moral a través de un proceso que llamamos “cultivación-refinamiento» (xiu-lian). Lo hacemos al seguir los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia (Zhen-Shan-Ren). Sostenemos que estas son las características fundamentales del universo, de las cuales nos desviamos por el egoísmo.

Al igual que los budistas, vemos el sufrimiento como algo básico en la experiencia humana resultado del yeli (o karma malo), producido por los actos malos de esta vida, anteriores a esta vida o de aún antes. Por supuesto, esto no significa estar en contra de cosas como tomar medicamentos o ayudar a los necesitados; pero creemos que la ayuda más permanente para el alivio llega con la elevación espiritual, a través de la propia cultivación

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