martes, septiembre 02, 2008

Quiero el mismo dinero que Montilla"


En la mesa, rectangular, el manual del buen concejal. Escasos papeles. La pantalla del ordenador que muestra la hora y el día.13.21 horas. 27 de agosto, Santa Mónica. El despacho es amplio, moderno y tiene vistas al Mediterráneo granadino. Se oye el rebalaje.Y entra un olor de sardinas, procedente de un chiringuito, que le remueve sus desnutridas tripas.

Aquí duerme, en un colchón azul roído, el alcalde Pedro Fernando García. Pedro, el ruso, el rojo o el colilla -los tres apodos que porta este hombre de 42 años de corazón tan socialista que ya no pertenece al PSOE- inició una huelga de hambre el 18 de agosto que termina hoy.

«Yo quiero recibir el mismo dinero que Cataluña, lo que pide Montilla, no más, pero tampoco menos. Un alcalde o un presidente de comunidad tiene que pedir, cuanto más, mejor. Si los andaluces tuviéramos un Partido Andalucista fuerte recibiríamos más financiación», protesta el alcalde de Polopos-La Mamola, municipio de Granada de 2.048 habitantes (aunque el INE sólo les reconoce 1.645), con seis núcleos de población y a 100 kilómetros de la capital de provincia.

La caja del Ayuntamiento está tan huera como las tripas del alcalde: la deuda asciende a un millón de euros. La crisis ha dado una vuelta de tornillo al ataúd fiscal: los 300.000 euros que recibía por licencias de obras se han reducido a cero. De su presupuesto, 1,7 millones de euros, el 70% se destina a «sueldos, gastos corrientes y seguros sociales».

Para Pedro el rojo, la ecuación es fácil: equiparar la financiación local a la autonómica. En concreto: que el 50% de los tributos recaudados siga siendo para el Estado, pero que el 25% -y no el 12% como ahora- se destine a los ayuntamientos. Así, las comunidades autónomas perderían un 13% de su recaudación, actualmente del 38%.

Su mujer, María Encarna Infanta, de 42 años, y sus cuatro hijos, con edades comprendidas entre 24 y 11 años, y muchos vecinos le apoyaron cuando el 18 de agosto anunció que ponía un candado a su estómago y se encerraba en el consistorio. Muchos rumanos, la comunidad inmigrante más numerosa en la zona, acudieron a darle su apoyo. Para atraer a estos votantes, Pedro utiliza en los mítines palabras en su lengua como lucro (trabajo) o bocatería (cocina).

FUMADOR COMO FELIPE

Polopos-La Mamola vive en un 80% del cultivo intensivo de invernaderos.También es el medio de vida del alcalde, que gana 1.300 euros al mes. Guarda ahorros como para no dedicarse a la política y olvidarse de financiaciones, deudas y plenos, pero la vocación en su caso es devoción.

Su abuelo se afilió al PSOE en 1976. Su padre, también. El fichó con 20 años, arrastrado por Felipe González. «Mi símbolo, un político dinámico, contundente y agresivo». García fumaba Fortuna, pero se cambió al Winston classic red porque era la marca preferida de González. Ahora se sigue fumando dos paquetes al día.

Aunque su corazón, tan rojo, continúa intacto, siendo ya alcalde fundó un nuevo partido, la Agrupación Socialista Independiente, que con cinco ediles consiguió la mayoría absoluta. Abandonó los 22 años de militancia en el PSOE cuatro meses antes de las elecciones de 2007: «Querían que dimitiese de la secretaría general del partido en el pueblo y lo hice, pero luego me hicieron la vida imposible. La maquinaria se puso a trabajar. Me dio miedo».

García empezó a los 11 años de lavaplatos y sirvió como camarero. Luego fue empleado de gasolinera. Desde 1994 se dedica al cultivo intensivo bajo plástico (tomates, habichuelas, berenjenas, judías y calabacines). Gana entre 30.000 y 40.000 anuales, según la cosecha. La de este año será mala.

Polopos ha tenido que sufrir lo suyo para llegar a la modernidad.Fue el último pueblo de España en el que funcionó una centralita manual de telefonía. Lo certifica una placa, en la plaza central, junto a la iglesia y al antiguo Ayuntamiento, que lleva el nombre del ex ministro José Barrionuevo.

BELLOCH LE APOYA

Interrumpe la entrevista la enfermera Mercedes Gómez, de 35 años, para tomarle la tensión. «Pedro, 10.7. Ayer la tenías en 11.8».También le pinchan para controlar el azúcar. Sólo ingiere agua mineral, bebida isotónica, azúcar moreno integral y dos paquetes diarios de cigarrillos. Winston, claro está. El primer edil ya ha perdido nueve kilos. A kilo por día. Pesaba 86,700 y ahora la báscula electrónica Laica exhibe su nueva coordenada corporal: 76,400, sin zapatillas. «Mi mujer dice que ya me quede así, con 75 kilos, sin la barriga cervecera», bromea. O quizá no tanto.Y se despoja de su polo rojo. Muestra su cuerpo, ya casi exento de grasa, pero no precisamente musculoso.

Espera una llamada de Gaspar Zarrías, vicepresidente de la Junta de Andalucía, que no llega. Aunque sus proclamas hagan menos ruido que las de los partidos catalanes y no sean respondidas por Solbes, otros veteranos socialistas han respaldado sus planteamientos, como el alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, y el alcalde de Getafe y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), Pedro Castro.

En La Mamola, núcleo costero donde está el Ayuntamiento, Pedro García sigue recibiendo llamadas y apoyos como la de la alcaldesa de Balanegra, en Almería, que también protagonizó una huelga de hambre en 2004 para reclamar un nuevo sistema de financiación local.

Le llama otro regidor. El de Valor, un pueblecito de La Alpujarra granadina. «Pedro, estoy contigo». Se oyen lloros. Pedro también empieza a llorar. «Mucha gente está conmigo. Y, fíjate, éste alcalde es del PP. Si es que estamos muy presionados. Esta situación es inaguantable». La Guardia Civil estuvo el otro día en su despacho.«¿No harás nada raro?», le preguntaron, a las claras. «No, tranquilos, ni me voy a pegar un tiro, ni a cortar la carretera».

Su calendario ya tiene un círculo rojo: el 20 de septiembre.Cumplirá las Bodas de Plata de matrimonio y su mujer logrará su sueño de casarse de blanco. «Cuando nos casamos, de penalti, no lo pudo hacer. Se lo prometí y lo voy a cumplir». Invitará a 400 personas. Y ese día espera brindar por «la gran revolución pendiente de nuestra democracia», una desahogada financiación local, comenta sobre su colchón azul Pedro el rojo, un luchador por utopías que él considera justas. E inaplazables.

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