El famoso, temido y conocido síndrome postvacacional, no es otra cosa que un conjunto de desequilibrios emocionales y psicológicos, que según estudios de los expertos, un 35% de los trabajadores entre 25 y 45 años, suelen sufrirlo a la vuelta de las vacaciones.
El síndrome postvacacional surge tras el rechazo de nuestro subconsciente a una serie de creencias negativas sobre varios aspectos de la vuelta al trabajo, tales cómo: Reajuste de horarios, cambio en el ritmo diario y sus ciclos, y sobre todo en nuestra actividad social relacional. Añadiendo el regreso a un entorno de demandas y exigencias, a un ritmo que hace cambiar nuestros hábitos de las últimas semanas, hace que se desarrolle este conjunto de síntomas caracterizado cómo: Irritabilidad, astenia, tristeza, apatía, insomnio, dolores musculares, tensión, taquicardia, ansiedad y problemas de estómago entre otros. Por lo que podemos decir que el síndrome postvacacional es un estado emocional que reacciona ante un cambio en nuestro sistema socio-biológico.
Desde la perspectiva de la “Inteligencia Emocional”, las emociones son la forma que tiene nuestro subconsciente de comunicarse con nosotros para avisarnos de que tenemos que actuar referente a una situación personal. De la misma forma que si al andar por la calle tropezamos y nos hacemos una pequeña herida, nuestro cuerpo nos avisa mediante el dolor para que prestemos atención a la zona dañada y demos las solución más adecuada para sanar dicha herida, nuestro subconsciente crea un estado emocional con el fin de que prestemos atención a una situación social relacional que necesita de una serie de actitudes para mantener en equilibrio.
Para superar el síndrome postvacacional, podemos escuchar y prestar atención a este conjunto de emociones y no rechazarlas cómo algo negativo. Nos están indicando que actitudes tenemos que “sanar” para afrontar el cambio de una forma congruente y feliz.
Observa que situaciones o momentos concretos de la vuelta al trabajo son las que desencadenan esas sensaciones de apatía, y ansiedad. Una vez identificadas crea una lista de los aspectos positivos que estas te aportan.
Por ejemplo: Si el madrugar te “irrita” esta es una actitud a “sanar”. Si el hablar de nuevo con el jefe o algún compañero te “hace perder la calma” esta sería otra actitud a “sanar”, y así sucesivamente.
Una vez identificadas las actitudes a sanar, crea una lista con los aspectos positivos que te aportan cada una de ellas. El mero hecho que centres tu atención en lo positivo hace que desaparezcan las creencias negativas sobre estas. Cuando se envían pensamientos positivos al subconsciente, este responde “tus deseo son ordenes” poniendo en marcha una serie de procesos químicos, haciendo que el hipotálamo libere serotonina, endorfinas, y otros neurotransmisores relacionados con la felicidad.
Por ejemplo:
MADRUGAR: Hace que mi mente esté mas despejada, pueda enfrentar de forma más activa los retos del día, aprovecho mucho mejor el tiempo, me siento más dinámic@, y me lleva a tener mejor actitud conmigo mism@ y con los demás. Hace que durante el día luzca mi mejor sonrisa. Me siento satisfech@.
RELACIONARME CON MI JEFE Y MIS COMPAÑEROS: Me permite compartir experiencias y reflexiones, me permito aprender nuevas ideas y que ellos aprendan de las mías, intercambiamos información que podemos usar como aprendizaje en la vida, siento que aporto algo a los demás, me siento socialmente activ@, Hace que durante el día luzca mi mejor sonrisa. Me siento satisfech@.
Este tipo de afirmaciones positivas llegan a nuestro subconsciente, y responderá “Tus deseos son ordenes”
¿Qué realidad le vas a pedir al genio de tu lampara?
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