Monje shaolín que cuidará peso de Marco: “Su poder mental es fuerte”
Max Marambio contactó a Rodrigo Merino, quien viaja todos los días desde Quillota para atender al candidato y dice que “la idea es dejarlo con un peso bajo”.
Hace dos días, Marco Enríquez-Ominami está bajo la estricta rutina de Rodrigo Merino, monje shaolín proveniente de Quillota, que todos los días viaja a Santiago para atender personalizadamente a su selecta «cartera» de clientes.
Con el candidato, eso sí, ha tenido que manejar un horario extraño: a veces a las 21.00, otras veces a las 7 de la mañana. Y Enríquez ya acusa los resultados: dice que le duelen los abdominales y que, además, lo hace pensar demasiado… cuando le habla de Aristóteles o Platón mientras hace sus ejercicios. Fue Max Marambio —jefe político de la campaña del diputado— quien, como alumno suyo, contactó al monje con Marco. “Max es el Tigris y Marco el Éufrates y ambos van a desembocar en una corriente que va a provocar cosas positivas para el país”, dice Merino.
Según cuenta, Marco “está entrando en una letargia por el agotamiento”. “Yo tengo que entrar de tal forma, que su cerebro acoja mi información y quiera llevarla a él. Que sienta el deseo de llevarlo a la praxis”, asegura.
“Mi punto es complementar algo, aportar al nicho de salir de la pasividad, ayudar a alguien que no tiene tiempo y que requiere un cambio de energía porque él está agotado”, describe.
Merino dice que Enríquez “físicamente se ve que empieza a sentir el peso, el cansancio, pero su poder mental es fuerte. Como decía el escritor, ahí gana la ganancia personal. Su fuerza mental es la cuenta de ahorro de tiene y que le está sirviendo porque físicamente está con la letargia, pero tiene esa fuerza y lo único que había que hacer es canalizarla. La idea es dejarlo con un peso bajo en los próximos meses, para que se sienta bien porque anda cargando con una mochila de piedras en su espalda”.
“Tengo que bajar esa masa”
Para Merino, Marco es un alumno sometido a condiciones especiales. “El no sólo tiene que responder a una fuente de trabajo, a una familia, a las personas que creen en él. En su caso también quiere un proyecto para el país y está entregando parte de su vida por algo que él cree. Ahora tiene un peso físico fuerte, se siente cansado y tengo que trabajar para reducir eso: bajar esa masa, dejarlo con endorfinas para que haga su trabajo vocacional”.
Para eso lo somete a una rutina basada en el kung fu, arte marcial que Merino aprendió “por necesidad de defenderme. Cuando iba a correr por Santiago siempre había quienes querían asaltar. Ahora soy el primer dragón rojo, aprobado por una maestra originaria de China”.
Al mismo tiempo, lo obliga a hacer ejercicios mentales o le habla de filosofía: “Si lo estoy entrenando duro y le tiro una operación matemática, si lo presiono mentalmente es para que las neuronas se activen. Lo llevo a la parte física e intelectual. Lo hago sentirse joven, con energía”.
Merino describe a su nuevo practicante como “un muy buen alumno, no es desconcentrado” y asegura que “pese al horario que tomó, se ha exigido y ha respondido”.
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